“El siglo XIX y el siglo XXI. Los bandidos madrileños. El Ventorro del Chaleco, y la revolución del 99, el mus, la noche de invierno y la fantasía popular. Sed de Oro. ¿La cueva de Luis Candelas?. Los excavadores y sus ilusiones.”
Así empieza un artículo de 2 páginas publicado en Mayo de 1927. Es un articulo referido al Ventorro del Chaleco, o Ventorro del Tío Chaleco. Este barrio estaba situado en López de Hoyos, y fue barrido del mapa por la construcción de la M-30 a principio de la década de 1970. Se consideraba parte del barrio de Prosperidad por aquello de la prolongación de López de Hoyos, aunque administrativamente estaba en el barrio del Progreso, junto a la Ciudad Jardín y algunas colonias más de la zona, y perteneció al Ayuntamiento de Chamartín hasta los años 50.
El barrio creció en torno a López de Hoyos, que era en realidad el camino de Hortaleza, y transcurría durante aproximadamente un kilómetro paralelo al arroyo Abroñigal y al canalillo (el canalillo era una acequia a cielo abierto que llevaba agua a las fincas de los exteriores de Madrid, de aproximadamente un metro de ancho por uno de fondo, construido en ladrillo).
Así empieza un artículo de 2 páginas publicado en Mayo de 1927. Es un articulo referido al Ventorro del Chaleco, o Ventorro del Tío Chaleco. Este barrio estaba situado en López de Hoyos, y fue barrido del mapa por la construcción de la M-30 a principio de la década de 1970. Se consideraba parte del barrio de Prosperidad por aquello de la prolongación de López de Hoyos, aunque administrativamente estaba en el barrio del Progreso, junto a la Ciudad Jardín y algunas colonias más de la zona, y perteneció al Ayuntamiento de Chamartín hasta los años 50.
El barrio creció en torno a López de Hoyos, que era en realidad el camino de Hortaleza, y transcurría durante aproximadamente un kilómetro paralelo al arroyo Abroñigal y al canalillo (el canalillo era una acequia a cielo abierto que llevaba agua a las fincas de los exteriores de Madrid, de aproximadamente un metro de ancho por uno de fondo, construido en ladrillo).
Plano de situación aproximado del Ventorro
Los ventorros son según la RAE(Real Academia Española de la Lengua): Venta de hospedaje pequeña o mala, y había varios en todos los caminos de entrada a Madrid, así en el arroyo Abroñigal había 3 que yo sepa, el del presente artículo, el de las Ventas del Espíritu Santo (había varios), el del Vallecas, y otros por Madrid, como en Getafe y Puerta/Puente de Toledo. En este último transcurre una de las novelas de Benito Pérez Galdós.
Imagino que debieron de ser las paradas que hacían para descansar y comer la numerosa gente que entraba y salía de Madrid. En las fotos antiguas se ve como reclamo muchas sartenes colgadas de las paredes exteriores para llamar la atención de los posibles clientes.
Apuntar por último, que durante todo el siglo XIX, el Ventorro del Chaleco salía en diversas reseñas de prensa, siempre relacionado con altercados y brotes infecciosos, como casi todos los aledaños del arroyo Abroñigal.
Foto de la loma donde estaban las Cuevas, sacada del artículo.
Volviendo al artículo que nos ocupa, dice así:
"... La ciudad mata, poco a poco, la leyenda; en su fuerte lucha con el campo triunfó. El urbanismo democratiza los paisajes, pues les arrebata ese poso feudal que son las historias de ladrones. Madrid ganó el atrio de la Mancha. Los hotelitos de su periferia es la ola inicial de la urbe inminente, pregoneros, asimismo, de una íntegra modificación de costumbres. Ya no podrá haber bandidos como los que canta el romance,.....
Pisando nos Madrid el terreno, en la Prosperidad, una cueva insignificante y unos mozos ilusos juegan a revivir unos lugares comunes. Y es el anacronismo tan patente que no hay forma de huir la literatura fácil de un título: Madrid – Prosperidad Luis Candelas. Mañana, ese título, con la misma excelencia, campeará sobre un libro o denominará una nueva red de tranvías...... (Nota de Ricardo: o quizás casi 100 años después en un medio llamado internet).
En la canción de zarzuela española que parece el reinado de Isabel II, Candelas, junto a los conspiradores, a los poetas, a los majos y a los toreros, es, justamente, una fuerte especia indispensable al guiso. La psicología de “los buenos bandidos andaluces”, hasta la actuación de éste no consiguió cruzar “Despeñaperros”. Candelas incorpora a Castilla el bandolero típicamente español, ladrón de ricos para socorrer a pobres, mixtura pintoresca de valor y de literatura. Según las coplas del pueblo, era guapo, bueno y liberal. No extrañe que se le amara y popularizas, pues tan paradójico Don Quijote tuvo altas y nobles amistades: la de Borrow, la de Espronceda, la de Ford, por citar sólo las más espirituales.
Y es que fue el deportista del robo; su rudo menester de burlador de códigos exige sangre y violencia; pero él reemplaza, casi siempre, esos bárbaros tributos con ingenio. Cuando la brutalidad se yergue inevitable, Candelas se esfuma y Balseiro o Paco el Sastre u otro lugarteniente la perpetran. Por esto, la historia de la llanura no guarda esas páginas repugnantes que Pablo Santos, señor de la Sierras, vivió en el Guadarrama.
De tantos siniestros personajes como reúne la galería del bandolerismo castellano en el siglo anterior –Pablo Santos, Manuel Balseiro, El Tuerto Pisón, Paco Villena, Malote, Alberto, Isidro de Torrelodones-, sólo Candelas ha conseguido una memoria presente, a su bondad la debe. Y tan actual es su recuerdo, que anima el encanto de películas, de novelas, de comedias, y, por si no bastase, ahora, en nuestro prosaísmo, ilusiona la fantasía de unos mozos, quienes con fe ingenua y con tesón antiguo, excavan las simas de un monte persiguiendo hiperbólicos tesoros y reliquias del bandolero.
UN CELEBRE VENTORRO
Circuía esta llanura un juncal extenso y abundante; el arroyo de Abronigal, entonces de más noble y nutrida corriente, dábale verdor y fuerza, y así el varillaje de los juncos, en muchos sitios, cogía la holgada altura de un hombre. Cerca de los caminos de Chamartín y de Hortaleza, paso frecuente de ordinarios y trajineros, aquel casón alargado y sucio, aquel ventorrillo de la junquera atraíalos por su sombrajo y por el aliciente de sus mostos, pues se barajaban desde el áspero de la tierra, al valdepeñas claro, al pardillo y a los más alegres y pastueños de Andalucía. El horno tenía su nota de buen brumador de pollos y carnes, y aunque el lugar inquietaba el ánimo de los arrieros prudentes, el ventorro vivía con parroquia y con bullicio. Varios crímenes y robos con otras ocurrencias desagradables sucedidas en su alrededor, acabaron con la edad de oro. Languidecía el ventorrillo con el sol, y únicamente a la noche, cuatreros y contrabandistas llegaban con sus alijos en busca de pan y de reposo. Un día el dueño y la criada del ventorrillo marcharon; unos trajinantes adquirieron a la administración del Duque de Pastrana, propietario de las tierras, los enseres. El ventorro se cerró. Ante el desamparo del paraje, gente sospechosa se familiarizó estrechamente con el juncal -¿acaso Luis Candelas?- y fue algún tiempo oficina donde se fraguaron innumeras tropelías. Para cortarlas, D. Alejo Burgos, alcalde de Chamartín y administrador del duque, púsose en contacto con el gobernador civil de la Corte y acordaron que un bravucón de empuje y de antecedentes dudosos, un tal Aquilino Tinajas, fuese a habitar el ventorro con el compromiso de que no se reprodujeran los anteriores sucesos. En Mayo de 1849 se instaló allí Tinajas, y a su gran colección de chalecos, algunos de fantásticas coloraciones, se debió el que la gente nombrara al ventorro el del Tío Chaleco.
¿Fue Aquilino encubridor de Candelas? El Chaleco era muy amigo de Paco Villena, y éste amigo y lazo de unión a su vez de Candelas y de Pablo Santos. Abiertas noche y día para el Villena estuvieron siempre las puertas del ventorro. Si Candelas se guareció de sus persecuciones en el Ventorro del Chaleco, nada se sabe; en cambio, quedan testimonios de que fue escenario de conspiraciones y aun depósito de armas.... Testimonios escritos, porque del antiguo cubil sólo se advierten unas paredes encaladas y la mugre de un letrero que debió anunciar su menester de taberna; espacio ahora dividido en tres patinillos con humilde vivienda que benefician unos jornaleros, sin duda, más necesitados de higiene que de folletines.
Fotos de los excavadores incluida en el artículo.
HISTORIA ACTUAL
Y, sin embargo, como esta gente vive mal, es preciso que sueñe. La miseria constante se endulza con ventanitas a la ilusión. Madrid avanza impetuoso contra los barrios sin urbanizar: en breve una formación de rascacielos copará estos lugares. ¿Y entonces? Cuando llegue, en nada confía esta gente. Pero todavía si: la tierra llana tiene sus historias de algo extraordinario. Unos pozos se abren en la comba de un monte vecino; por allí hubo bandidos y guaridas; ¿por qué no ha de quedar también botín? España es la patria del timo del entierro; cuentos de tesoros subterráneos envenenan la calma de los humildes, y la fantasía, en mezcla con hallazgos ciertos, espolean ese afán de topo que los pobres de castilla sienten hacia el subsuelo. Se transmite de padres a hijos el afán, y de pronto, una vez se aúnan varias voluntades y surge la acción.
El final de una mano de mus, una noche de invierno en una taberna, inició la hazaña.
Hablaron y discutieron la posibilidad del pozo, y para convencerse, a la mañana, los seis hombres, con picos y azadones, fueron al punto determinado. Allí, efectivamente, se advertía la cueva cegada setenta y cinco años antes. Cavaron con ahínco, y a poco el agujero se agrandaba en una galería, y esta galería en varias naves de ramificación extraña. La noticia enardeció al vecindario de la Prosperidad. ¿Iba el barrio a justificar su nombre? Francisco Quixal, Arturo Sevillano, Faustino Pérez, Hilario Plaza, Vicente Nuño y Nicolás Gómez, vieronse asediados por amigos y conocidos; pero los seis excavadores se juramentaron para no admitir ayudas; lo que la tierra guarde será para ellos. Más los amos de la tierra, los actuales, Manuel y Juan Carnicero, al enterarse, priven el posible expolio. Por unas horas pareció que el tesoro quedaría para siempre en poder de las tinieblas. Ruegos, conversaciones, y al fin los seis se convierten en ocho, mediante contrato, y los ocho siguen.
Y ahí está, lector, muy cerca de Madrid, frente al que fue Ventorro del Chaleco, esa mina de misterio como un milagro de la leyenda sobre el alma popular. ¿Encontrarán lo buscado? ¿Fracasará su quimera de oro? La obra avanza lenta; el plazo de un mes que los dueños de la cueva concedieron acaba pronto. Ved si no hay un dramatismo muy particular en este asunto.
Aún hay fe: Cadelas, muerto, como el Cid, bien puede, por la fuerza simpática de su historia, favorecer a los desfavorecidos. Este pozo de veinte metros bien podríamos decir que es un ejemplario de la raza.........
Francisco LUCIENTES. "
Las casas de los excavadores en el Ventorro
Y hasta aquí tan brillante artículo. Fue para mi una sorpresa encontrarlo. Creo que nunca se llegó a encontrar nada en las cuevas. Recuerdo las cuevas en mi niñez. Estaban en el campo verde, entre Ramón y Cajal (Parque de la Colina), la M-30, y la iglesia de San Juan Bautista. Creo recordar que había tres cuevas y estuvieron hasta 1973, año en que se empezó a construir IVIASA, unos edificios blancos frente al Parque de la Colina. También recuerdo la fábrica abandonada de Lasical, que estaba al otro lado de la calle Normas. Estos son recuerdos muy vagos, ya que en aquel entonces yo tenía unos 10 años, y espero que alguien pueda aportar algún dato más.
Esta foto esta tirada en el campo verde, cerca de las cuevas. Se ve la iglesia de San Juan Bautista, y la portería del campo de fútbol que estaba frente a ella. Años 60.
Respecto a los chalecos leí en: Madrid, Primera década del siglo XX, 1901-1910, de D. José Alfaro López, que era una prenda muy usada, tanto en verano como en invierno, en todo tipo de tejidos, colores y estampados, y que efectivamente, había gente que los coleccionaba. Recuerdo perfectamente como mi abuelo lo utilizaba siempre, hasta en verano. Si hacía mucho calor se remangaba la camisa, pero su chaleco siempre lo llevaba puesto, junto con su inseparable reloj de cadena que lo llevaba en el bolsillo exterior del mismo con una cadena que enganchaba a un botón del chaleco.
El Ventorro año 1969.
Mi familia vivía en la Calle Tritón, e íbamos a comprar al ventorro la fruta, legumbre y la alfalfa para los animales. También había una vaquería en López de Hoyos que nos llevaba la leche fresca diariamente a casa, y una chatarrería junto a esta.
Calle del Ventorro, año 1953. Foto retocada para quitar a unas personas.
Después de construir la M-30, quedó un trozo en el margen de la Ciudad Jardín de la antigua López de Hoyos cortada. Allí estuvo algunos años neumáticos Javi y una chuletera, que se llamaba la Curva o el Jardín (no lo recuerdo bien) -Confirmado: Chuletera el Jardín (Infrd: Vicky y mi hermana)-, y se podía ver todavía alguno de los ojos del puente sobre el arroyo Abroñigal.
El abandono de las casas y edificios (había en López de Hoyos algunos de 4 plantas) se produjo entre 1969 y 1972, quedando muchos hogares abandonados durante todos esos años. Fueron extraidos toda tubería de plomo o cable de cobre por los chatarreros. Recuerdo que después de demoler los edificios cuando ya estaban reducidos a escobros, los chatarreros buscaban la chatarra que estaban incrustados en los ladrillos.
Al ver la serie de televisión "Cuéntame como pasó", siempre asocié el barrio de San Genaro con el Ventorro del Chaleco, claro está, no con un final tan feliz. Reseñar que el realojo de los vecinos se harían en el barrio de Moratalaz, al menos el de la familia que eran amigos de mi madre (Confirmado: mi hermana).
La última casa del Ventorro, que ya no existe, tomada en López de Hoyos 292.
Los restos del naufragio: dos fotos del cartel de Neumáticos Javi que todavía hoy (08/mar/2012) existe en la esquina de Alfonso XIII con Pinto Ribera. Foto de: Félix Aguirregaviria
Escuela de las Escalerillas. Debe ser de finales de los 40. En ella deben estar mi tío Félix y mi padre Alfredo, pero no se donde, ellos ya no están para decírmelo. A ver si alguien se reconoce o los reconoce en la foto. Fotografía: Rosa María Benavente López.
La boda de mis abuelos maternos. Dionisio Perez de Aljalvir, y Elvira Doñoro de Santorcaz,la situacion es paseo de la Direccion, o Via Limite sobre el 1905, Vivieron en el Ventorro C/ San Vicente Martir 15, donde yo naci en el 49. Texto y foto de Antonio Rivera Pérez.
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Autor: Ricardo Márquez.En este blog también colaboran: Angel Caldito y José Manuel Seseña.