martes, 20 de enero de 2015

Los vendedores de Madrid a mediados del siglo XIX

Aunque en el blog ya hemos tratado varias veces los oficio perdidos, o casi perdidos (1), en esta ocasión os proponemos un viaje a un pasado mucho mas lejano en el que veremos unas palabras y personajes casi desconocidos, propios de una novela de don Pío Baroja. Para ellos iremos al año 1848 -mediados del siglo XIX-, y nos basaremos en un artículo publicado en "Museos de las familias".

Imaginemos un Madrid sin tanto ruido, donde todavía se podía escuchar el repicar de las campanas, donde acudían los vendedores de los pueblos cercanos a la Villa y de casi todas las provincias de España. La ausencia de comercios especializados hacía que estos vendedores de productos frescos y objetos, deambularan por las plazas de los mercados y barrios cercanos a Madrid (a los vendedores de plazas se les llamaba placeros).

De esta forma en la Capital se oían vocablos de las más diversas procedencias, siempre llamativos y con cierto gracejo, que vistos desde la distancia del tiempo nos parecerán un mundo de ensoñación.

La cerecera

Vendía sus productos al grito de "Mollares y garrafales". Si escuchábamos "A los ricos de Aragón" se trataba de melocotones, y "de Pastrana las buenas" aceitunas.

La requesonera

El requesón era vendido a la voz de: "De Miraflores la nata", no porque se hiciera en Miraflores, más bien por la tradición vacuna de aquel pueblo -el requesón era hecho en Madrid-.

El ruedero

Este vendedor de ruedos, una especie de esterillas grandes elaboradas principalmente en Galicia y Asturias, no emitía sonido alguno, por su pinta se sabía lo que vendía.

La naranjera

Otra vendedora de fruta, cuyo grito de guerra era: "Aquí hay naranjas y limas; naranjas y limones baratos".

El arenero

"Arena de San Isidro; azul y blanca, el arenero". Solían ser chicos muy jóvenes y muy mal vestidos. La arena fina era utilizada para limpiar los cacharros de las cocinas, y también vendían polvo de ladrillo que mezclado con agua y arena hacía una especie de argamasa.

La cañamonera

Solían ser mujeres ancianas que se ganaban la vida vendiendo los cañamones tostados en las puertas de las tabernas durante las tardes y las noches.

El esterero

Normalmente venían de Valencia, y vendían esteras de invierno y finas, para el verano. Muchos de ellos utilizaban los portales de las calles principales como puntos de venta.

El horchatero

También valencianos, alquilaban locales en verano para vender su producto, aunque también disponían de cubetas en las que llevaban la horchata y anunciaban su venta gritando. Además de Levante también venían los vendedores de meloneros "a cala", de pasas e higos, y en Navidad los de turrones y peladillas.

El buñolero

Que vendía los buñuelos diciendo: "a cuarto tiernecitos". Parece ser que también eran chiquillos valencianos que transportaban su producto insertado en un palo, aunque no llegamos a comprender el motivo por el que eran de Valencia pues Madrid tenía una larga tradición en buñuelos.

La huevera

De Fuencarral venían hasta la Corte en burro para vender sus productos. Otras vecinas del mismo pueblo vendían pavos al grito de: "De Fuencarral, como la manteca".

La rabanera

Ahora podemos comprender el uso de está palabra para "mujer descarada y ordinaria"; por los gritos que daba para vender los rabanitos. Al igual que las verduleras eran de las que más alto gritaban.

La aguadora

Con un botijo a su cadera y un cestillo con vasos anunciaba su venta en verano diciendo: "Como la nieve acabadita de coger".

El barquillero

Normalmente eran muchachos que utilizaban el juego para vender los barquillos.

La escobera

Mujer que vendía escobas. El ahorro era el máximo, pues apenas si tenían palo las escobas a la vista del grabado.

El zorrero

Hombre que vendía plumeros y zorros.En general las escobas las vendían las mujeres y los plumeros y zorros los hombres, por lo que cada palabra tenía su género asignado, aunque fuera un hombre quien vendía las escobas se le llamaba escobera, y si una mujer vendía plumeros y los zorros era zorrero.

El escalorero

Siempre eran asturianos, provenientes de los concejos de Pravía o Piloña (por lo visto había cierta rivalidad entre ambos concejos). Vendían, además de escarolas, lechugas, cardos y apios. Los domingos por la mañana se solían reunir en la Virgen del Puerto.

El castañero

Las castañas provenían de La Alcarria y eran vendidas tanto asadas como crudas. Las asadas las vendían las mujeres mayores y las crudas eran acarreadas por mocetones en sacos. Para dispensar la cantidad justa de castañas utilizaban botes de diferentes medidas.

La guindillera

Si escuchábamos: "Chorizos de Leganés", no debíamos esperar encontrarnos el embutido, sino guindillas y pimientos picantes del pueblo vecino. Otro de los gritos que nos podrían despistar y que empleaban las  vendedoras de Leganés era "La pepitoría", para vender los pepinos tan apreciados de sus huertas.

La zapatillera

Al grito de "La zapatillera", llegaba una señora con atillos al hombro y palos en los que transportaba infinidad de zapatillas de todos los tipos y colores.

La prendera 

Al igual que la zapatillera anunciaba su llegada con su propio nombre a voz en grito. Vendía telas nuevas o trapos viejos. Elementos imprescindibles eran las tijeras y la vara de medir.

El jaulero

Eran personas parlanchinas y de Madrid, lo que demostraban en su vestimenta 100% madrileña.

La cintera

En un cestillo llevaba las cintas de mil colores. Sus instrumentos de trabajo eran los mismos que los de la prendera, las tijeras y la vara de medir.

La sebera

En un talego al hombro llevaba su producto. Por lo visto, o lo olido, el sebo desprendía un olor muy pestilente que delataba la presencia de la sebera.

El jamonero

Por su traje se conocía su procedencia de Extremadura. En la alforja llevaba además de "jamones dulces", chorizos de su tierra.

La cangrejera

En un cesto llevaba su producto que vendía al grito de: "Cangrejos vivos, cangrejos".

La cuajadera

En una olla o en un tarro llevaba la cuajada que vendía a los niños como golosina. Con una taza ponía las porciones añadiendo después un poco de azúcar.

La ajera

Llevaban las ristras de ajos y andaban por toda la ciudad. También había hombres que anunciaban su llegada gritando: "El ajero ajos".

Trapo y hierro viejo

Otro de los personajes que se podían encontrar por las calles de Madrid al grito de: "Hay trapo y hierro viejo que vende". Tenían mala fama por regatear mucho en la compra y los bajar los pesos, y ya se decía que con su grito de "que vende", engañaban de entrada a la gente pues en realidad compraban y no vendían.

El fresero

Madrileño de pura cepa por su vestimenta, iba con sus fresas y una romana para pesarlas.

Para terminar el artículo añadiremos otras frases que se oían por Madrid: "Vivitos de hoy", para vender besugos que venían de muy lejos después de casi 15 días de viaje; "Tinto rico de Aragón"; "Albillo de la villa del Prao"; "En dos cuartos medio"; "Almendritas del Prado" que eran bellotas; "La grana vendo" para referirse a los tomates",....

-.-.-

Autor: Ricardo Márquez
En este blog colabora también José Manuel Seseña

Notas:
1 - Otros artículos publicados en el blog sobre oficios:
http://historias-matritenses.blogspot.com.es/2011/06/oficios-perdidos-primera-parte.html
http://historias-matritenses.blogspot.com.es/2011/07/oficios-perdidos-segunda-parte.html
http://historias-matritenses.blogspot.com.es/2008/11/pipero-pipera-oficios-perdidos-primera.html
http://historias-matritenses.blogspot.com.es/2012/12/tipos-tipillos-y-tipejos-de-madrid.html
http://historias-matritenses.blogspot.com.es/2009/11/es-tiempo-de-castanas.html
http://historias-matritenses.blogspot.com.es/2009/03/el-mielero.html

5 comentarios:

  1. Debían entrar en franca competencia con los que tenían puesto en los mercados, los placeros, ¿no es así? ¿O acaso los productos que ofrecían no se encontraban en las paradas de los mercados?. Muy interesante artículo que me lleva a reflexionar sobre la actualidad y los “top-manta” que podrían ser una especie de sustitutos en los tiempos actuales, aunque con otro tipo de productos.
    Un saludo,

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  2. Bueno pues ya sabemos porqué las pobres verduleras tienen esa mala fama, pobrecillas. El último vestigio de esa actividad itinerante podrían ser los afiladores que yo recuerdo haber oído pasar en mi infancia, tocando esa especie de flautín tan característico suyo. Por cierto que después de muchos años de silencio, últimamente he vuelto a oir pasar alguno, será que la crisis ha hecho resucitar los antiguos oficios. Interensantísima entrada, como ya es lo habitual. Un saludo.

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  3. Gracias B.R. y Rafael. Si que que los placeros debían de ser una competencia para los que tenían puestos fijos. Debían de ser los equivalentes a los que en los mercadillos de Madrid venden ajos, cebollas, naranjas,.... más barato que los precios habituales y que en cuanto ven a la policía guardan su género y desaparecen. Probablemente en 1848 estos vendedores estarían autorizados, hoy en día por cuestiones de higiene e impuestos son perseguidos.
    Es verdad Rafael, han vuelto los afiladores aunque hoy utilizan furgonetas con todo motores eléctricos ... y los precios,... yo pregunte a uno hace poco y por lo que que cobraba podías comprar dos cuchillos nuevos.
    Un saludo

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  4. A mi casa de pequeña venía el mielero con una cesta de mimbre llena de quesos y miel y era de Guadalajara , iba con una especie de babi azul.También el huevero y el lechero .Y recuerdo la churrera que ponía la cesta de churros encima de unas patas y te daba los churros en un junco.

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  5. den Chamberi por esa epoce de 1835, se vendiasn buñuelos, unos se hacian alli otroas personas salian de madrid para venderlos alli

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