Pueblo Nuevo, barrio de La Concepción. De izquierda a derecha: calle Elfo, Germán Pérez Carrasco, Estrecho de Gibraltar y Alcalá. En diagonal, arriba, la calle Boldano. Año 1929.
Corría el año de 1949. Eran los tiempos donde una de las posibilidades más importantes de hacer economía era el estraperlo, el comercio de productos sometidos a tasas o a restricciones, según Santiago Tarín (La Vanguardia 5-3-12). El sector del algodón, en aquellos momentos, recibía importantes subvenciones.
Francisco Javier Fernández Roca en su estudio “El tráfico de influencias en la España Franquista: decisiones públicas, beneficios privados", en la segunda parte del artículo demuestra el tráfico de influencias nacido dentro del propio aparato del Estado, cuando un ministro reorganiza el cultivo del algodón mediante concesiones de zonas algodoneras y decide quienes son los receptores de dichas concesiones. En primer lugar, se trató de decisiones políticas que generaron enormes beneficios privados y, en segundo lugar, de claros agravios comparativos a todos aquellos que no pudieron entrar en el negocio algodonero.
Un conjunto de personalidades de Madrid ofrecieron a unos técnicos catalanes la posibilidad de crear una empresa de géneros de punto, IMAGESA, Industria Madrileña de Géneros de Punto. Se instaló en la calle de Germán Pérez Carrasco, nº 5-7-9, en un edificio construido ex profeso para la ocasión. Estaba muy cerca de la parada 1 de la Ciudad Lineal, en el barrio de Pueblo Nuevo entonces La Concepción, a caballo entre los términos Canillas y Canillejas. Contaba con una nueva maquinaria de tecnología nacional (1) que permitió su instalación en una nave más pequeña que la utilizada hasta aquel momento por industrias similares. La sede central de la empresa estaba en la calle de Alcalá, en el centro de Madrid.
Anuncio en la prensa en los días de posteriores a la inauguración.
Fue inaugurada el 15 de junio de 1949 con asistencia de relevantes cargos del gobierno y autoridades locales.
Otro anuncio de cuando se hizo la inauguración.
La fábrica contaba con una planta baja donde había maquinas de tejer, telares, tricotosas, remallosas, owerlocks, y las mesas donde se cortaba el género para su posterior confección y planchado con prensas hidráulicas. También había un pequeño taller mecánico, con Saturnino al frente, que fue de los obreros que emigraron a Alemania, posteriormente, en busca del trabajo que no había en España. Al fondo de esa nave había una puerta que daba a un patio donde estaba la vivienda del portero, se llamaba Rafael y antes vivía en unas cuevas de algún barrio de Madrid.
Además, como podemos ver en el anuncio, ofrecían trabajos para hacer en casa. Diario ABC, 12 abril 1950.
Fachada de Imagesa. Foto: B.R.
En el primer piso había dos viviendas y las oficinas. Las viviendas eran confortables para lo que había en la época. Tenían cuatro habitaciones, un cuarto de baño completo y un aseo, cocina y despensa, y también calefacción central. En la parte posterior tenían una terraza desde la que se divisaba una casa a la que se entraba por un callejón, el de la señora Patro, y otra casa a la que se entraba por la plaza Reverencia, la de la señora Juliana.
Casa de la señora Juliana, como se ve integrada en el barrio. Foto: B.R.
Cuando se acabó el estraperlo los que se enriquecieron con él dejaron caer la empresa, ésta hizo suspensión de pagos y quiebra. Era la primavera del año 1953.
Cartulina encarte de Imagesa. B.R.
Poco después otra empresa ocupó su lugar. Según mis informaciones duró menos tiempo que la primera. Posteriormente el edificio fue demolido y en su lugar se construyeron pisos.
Tres ejemplos de tejidos fabricados por Imagesa. Fotos: B.R..
Breve historia del género de punto. (Del boletín del Museo del Genero de Punto. Nº 0).
La primera máquina para fabricar género de punto fue inventada por William Lee en el año 1589 en la localidad inglesa de Nottingham.
Por la reticencia de los tejedores manuales, que lo consideraban un instrumento de competencia desleal, la reina Isabel I se negó a concederle la patente de introducción. Ante estas dificultades, William Lee, su hermano, y seis operarios más cruzaron el canal de la Mancha y se instalaron en Rouen (Francia), para poner en práctica la fabricación de medias de punto en telar. Ello fue posible gracias a la concesión hecha por el rey francés Enrique IV. Hasta bien entrado el siglo XIX la expansión que tuvo fue extraordinaria.
En la Editorial del nº 2 del boletín antes citado se menciona el hecho de que el interés por el patrimonio industrial en nuestro país es muy minoritario a diferencia de países como Gran Bretaña, Alemania, los países escandinavos y EE UU posteriormente, que desde principios de los años sesenta mostraron interés por estos bienes culturales. Los motivos suelen ser que se ha asociado este patrimonio como símbolo de explotación y responsables de la Administración han intentado obviarlos como si con ello pudieran hacer desaparecer los malos recuerdos que sin duda existieron. En esos países las fábricas, las minas, las forjas, actualmente son parte de la memoria obrera e industrial de una época, hecho que no se da todavía en el sur de Europa. En muchos de nuestros pueblos y ciudades una fábrica de comienzos de siglo se ve más como un estorbo urbanístico que como un monumento a la historia y a las personas.
Foto: pioneras.wikispaces.com
La ciudad de Mataró, cuna del género de punto desde mediados del siglo XIX en que sustituyó progresivamente las antiguas fabricas de hilaturas y tejidos por las fabricas de géneros de punto, ha decidido revalorizar estos bienes culturales con la creación de un Museo donde se exhiben desde las antiguas máquinas de tejer a todas las que conforman el proceso evolutivo que ha tenido el género de punto desde su inicio hasta nuestros días, pasando por las diferentes fases hasta llegar al proceso final.
La mano de obra femenina ha sido esencial en Mataró para contribuir al crecimiento económico de la ciudad. Evidentemente las ventajas para los industriales eran considerables ya que se presentaban menos conflictos laborales y menos costes laborales también.
La Comisión del Nomenclátor del Ayuntamiento decidió dar el nombre de siete calles a siete de los oficios desarrollados por mujeres en la industria del género de punto como forma de homenajear la contribución de éstas al progreso de la ciudad y, por otra parte, para que sean recordados estos oficios tan importantes en su momento: Bobinadoras, Tejedoras, Cosedoras, Owerlockistas, Repuntadoras, Reseguidoras, Remalladoras.
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Aclaración: Con este artículo pretendemos dar cabida a una nueva serie sobre lo que fue la industria madrileña, hoy casi desaparecida por la deslocalización (o lo que es lo mismo: fabricar más barato sin ningún tipo de escrúpulos). Sirva también como homenaje a la mujer trabajadora LINK y la industria tan olvidada en nuestro país.
Autora: B.R.
En este blog colaboran: José Manuel Seseña y Ricardo Márquez.
Fuentes consultadas: Además de las mencionas la hemeroteca de la BNE.
Notas:
1 - La tecnología nacional en aquellos años venía dada por el aislamiento al que se veía sometida España y la imposibilidad de importación de maquinaria.