Tenemos el placer de presentaros el relato de Pedro Gómez, un vecino del Cerro de la Cabaña, como continuación del
anterior artículo. Pedro tiene una memoria prodigiosa y nos dará un paseo por lo que fue el barrio, muy parecido a la mayoría de los barrios de la periferia de Madrid. A diferencia del anterior artículo, donde vimos la historia desde el punto de vista evolutivo y administrativo, en este veremos lo que sentía un niño nacido y crecido en el barrio, con un lenguaje muy coloquial, el que en aquel entonces se utilizaba, por lo que pedimos que si algunas palabras son mal sonantes, debemos de considerarlas dentro de su contexto en el pasado. Puedo asegurar que decir tontita o loco, era dicho por los que éramos los vecinos del barrio con el mayor cariño y compasión posible. Hoy en día decimos depresión, crisis, stress,....
Hacemos una mezcla de todos los correos electrónicos que hemos intercambiado y añadimos algunos datos más que nos han aportado vecinos y familiares, pues cuando se empieza a recordar entre unos y otros vamos recomponiendo nuestra memoria.
Esperamos que disfrutéis del relato y le echéis un poco de imaginación aquellos que nunca lo conocisteis.
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Me voy a referir al Cerro, lo que era el barrio entre los años 40 al 75. El barrio lo vamos a parcelar en un rectángulo que comprenda las calles López de Hoyos – Arturo Soria – Bueso Pineda – Cuesta de Qreremón (actual calle Normas) - Escabiosa y López de Hoyos, sin tocar la parte del Ventorro del Tío Chaleco.
El Cerro de la Cabaña era un barrio humilde donde todo el mundo se conocía, los había mas humildes, los comprendidos entre Bueso Pineda y Cuesta de Queremón, y menos humildes, los comprendidos entre López de Hoyos y Arturo Soria. Dentro de esa almendra (calles: Eusebio Martínez Barona – Alejandro Chacón – Agastia – Celeste – José de Silva – Arturo Baldasano – Justo Martínez – Tritón), estábamos nosotros mezclados, unos mejor y otros peor, pero nadie ostentaba de riqueza, porque quitando al señor Julio Baena (dueño de la tahona) nadie tenia coche, a lo sumo moto. En aquellos años, los chicos de nuestra edad en lo que menos pensábamos es en si eras el hijo del tendero o del albañil. El Cerro, al contrario que las Casitas que no disponía de ningún comercio (dependían del Cerro o del Ventorro), podía presumir de todo tipo de establecimientos.
La fábrica de pan Julio Baena. Esta fábrica tenía varios despachos de su propiedad repartidos por Madrid, aparte de que repartía a otros despachos. En aquella época el transporte se realizaba en carros tirados por mulas. Los chicos del barrio esperábamos que llegaran para coger de las canastas los coscurros de pan que quedaban en ellas y algunos palos nos llevábamos. También era una practica habitual que cuando llegaban las fiestas navideñas los vecinos llevaran los corderos para asarlos a la tahona.
Todas las calles del Cerro estaban sin asfaltar. En la confluencia de las calles Celeste con Agastia, que era donde estaba la tahona, la calle hacia una pendiente muy pronunciada y era cuando a las mulas les costaba mas subir; entonces aprovechábamos nosotros para subirnos al carro. Creo recordar que las primeras calles que se asfaltaron fueron: Angel Muñoz – Agastia – Bueso Pineda, luego Arturo Baldasano – Celeste – Eusebio Martínez Barona; y las calles Triton - Justo Martínez pasaron mas años.
Enfrente de la tahona empezaron ha construir una gran casa de dos pisos para cuando se casara Gloria, la hija del Sr. Julio. Se la paralizaron los de urbanismo, y así se quedo. La utilizaban para guardar los carros y pesebre de las mulas. También hacia las veces de garaje para un Mercedes modelo Lola Flores de color negro, yo creo que fue el único coche que tuvo el Sr. Julio.
En aquellos primeros años no había teléfono en el barrio, dependíamos del teléfono de la tienda de ultramarinos de Terán, que también disponía de bar. En esta tienda se hacia prácticamente el abastecimiento pues disponía de legumbres, embutidos, conservas,... en fin, lo que era en esa época una tienda de ultramarinos. El bar era el mas transitado del barrio porque aparte de los productos típicos de un bar acudíamos a la hora de comer a por el vino, la gaseosa, el sifón, e incluso el hielo que echábamos en un barreño y poníamos las cosas a refrescar. Cuando le suministraban el vino el camión traía unas cubas de madera que las bajaban del camión poniendo dos palos desde la caja del camión al suelo en forma de rampa. Otras veces se lo suministraban a granel, porque Pepe tenia cubas grandes en el sótano y transportaban el vino de unas cubas a otras con una manguera conectada a una bomba manual. Los camiones que le traían las cervezas o coca colas les costaba trabajo subir la cuesta, lo que aprovechábamos para coger si podíamos alguna botella colocándonos detrás del camión para que no nos viera el conductor. Mas de una vez nos tocó correr.
Seguido de la tienda estaba la carnicería de Eduardo, que también tenia acceso desde la tienda.
Bar de Santana. Alejandro, que era el dueño, tiene una hija que se llama Encarnita y un hijo que se llama Alejandro. Al morir Alejandro (padre) la mujer siguió con el bar y al casarse la Encarnita, el marido y ella siguieron con el negocio. En los años cuarenta y tantos el bar era además baile, y luego por los años sesenta el hijo también hacia bailes los domingos. Por esos años también fue gimnasio de boxeo. Allí entrenaban púgiles conocidos ya que el gimnasio lo llevaba Casanova, famoso púgil cubano de los años 40 que se afincó en Madrid. Solo añadir una cosa, en él se celebraban también bautizos o comuniones. Tu comprabas las barritas de pan en la tahona y en tu casa las rellenabas de lo que fuera y las llevabas al bar, donde ponían la limonada o lo que se tomara.
Había otro despacho de pan mas abajo de la tienda en la misma acera, era el de la Sra. Julia.
El barrio tenía dos talleres de zapatería, uno en mi casa en el que trabajaba mi tío Julián, y otro mas abajo de Terán, en la misma acera, que se llamaba Gavilán.
Al final de la calle Justo Martínez estaba la cacharrería más importante del barrio, la de la señora Florentina y el señor Eusebio. Allí se encontraba de todo, desde material de papelería, hasta tuercas, sin olvidar cualquier cacharro para la casa o las golosinas para los niños. Era la finca más grande del barrio, tenía un patio muy grande con gallineros a todo lo largo de una de las paredes.
Había una frutería en la calle Celeste, la de Sole, y una pequeña pescadería seguida de la tahona. Más hacía Arturo Soria, estaba la fábrica de camas Peña Vargas que tenia la entrada por la c/ Celeste y la vivienda por la c/ José de Silva.
Pasada la tahona estaba el alfar en la misma calle Celeste. El alfar comprendía toda la manzana hasta la calle José de Silva. Había otro alfar en la calle José de Silva contiguo al estanco, que aunque coincidían los hornos, no pertenecían al mismo dueño.
Estaba el bar de Villa Carmen en la calle Arturo Baldasano que también hacían baile los domingos. Este bar tuvo una de las primeras televisiones y cuando echaban un partido, o una corrida, si querías verlo te cobraban un duro o te tenias que tomar algo; esa costumbre era en casi todos los bares que tenían televisión. En la entrada del bar había un taller de motos, pues el marido de la hija del dueño del bar trabajaba en la fábrica de Vespa y puso un tallercito. El bar recibía el nombre por la mujer del dueño que se llamaba Carmen, él se llamaba Ceferino.
En la esquina de la calle Arturo Baldasano con Alejandro Chacón vivía la señora Vicenta. Era una frutería - cacharrería que vendía de todo: chucherías (golosinas que decíamos antes), tebeos, peones, en fin de todo, lo mismo que la cacharrería de la Florentina.
Había otra cacharrería al final de la calle Celeste llamada el Rinconcillo. El dueño se llamaba Santiago. Allí íbamos a por el petróleo y los gusanos de seda que vendía.
Un poco mas arriba del bar Santana había una peluquería de señoras, y enfrente un taller de cerrajería en el que yo empecé a trabajar con trece años, ese fue mi primer oficio. Se hacían sillas de jardín y terraza.
En el cruce de Agastia con José Silva estaba el estanco de Manolo, hermano de Pepe, que era además mercería. Luego al morir Manolo se quedó solo en estanco, Manolo tenia además una tienda de ultramarinos en la calle Bravo Murillo esquina a Teruel. Allí se encontraba el único buzón del barrio.
En la esquina opuesta al estanco, en medio de la calle José Silva, estaba el transformador electrico, una especie de torre de ladrillo rojo visto, desde el que se distribuía todo el tendido de cables del Cerro.
En la calle Eusebio Martínez Barona estaba la carpintería “MI HUCHA “ a la que recurría todo el barrio cuando se le rompía una silla, banqueta, mesa,...
Seguido de la carpintería había otra tienda, la de la señora Felipa. Se dedicaba a la venta de cebada, trigo, maíz, salvado, harina,.. en fin toda clase de piensos.
Al fondo de la calle Tritón, en el arroyo, estaba la vaquería de Ambrosio que abastecía de leche a todo el barrio y a las Casitas, ¡que ricos los calostros que nos daba cuando paría una vaca!, se le llamaba requesón.
Calle Tritón. Fuente Callejero Fotográfico QDQ.
Había otro despacho de leche en la calle Agastia antes de llegar a Angel Muñoz.
En la calle Angel Muñoz estaba la fábrica de membrillo y caramelos Chacón. Esta fábrica tiraba la basura en los cerros de la iglesia y allí íbamos los chicos a por los caramelos que iban entre la basura. Era una fábrica bastante importante.
En la calle Tritón había un taller en el que hacían hornillos. La señora Lorenza, su marido y sus hijos llevaban el negocio. Fue la primera casa en tener televisión del barrio.
Casa de la señora Lorenza. Calle Tritón. Fuente Callejero Fotográfico QDQ.
Del colegio que había en la calle Justo Martínez hay poco que contar. El colegio no tenia ningún nombre especifico, se le conocía por el del Cerro. Yo no fui a ese colegio a pesar de vivir al lado pero lo conocí perfectamente. El que daba a la calle era el de las niñas y el que se entraba por el callejón de la Clara era el de los niños. Recuerdo el nombre de la maestra doña Asunción pero no el del maestro. Por dentro el colegio tenia dos filas de pupitres, una a cada lado y un pasillo en medio que daba a la mesa donde estaba el maestro. El colegio dejo de ejercer por el año 67 – 68 aproximadamente no lo puedo asegurar.
Foto de Maria del Carmen Ibeas Laguna (1940) – Archivo fotográfico Comunidad de Madrid.
Foto del callejero fotográfico QDQ. El colegio fue abierto en 1926.
En el Cerro había algunas personas que eran famosos por su trayectoria, por ejemplo el torero, que vivía en la calle Tritón, se pasaba el día borracho se subía a la vía (Ciudad Lineal) y paraba los tranvías. Por la Nochebuena cogía un pandero e iba casa por casa a que le dieran una copa.
Había otro hombre conocido por Juanito el tonto. Era hijo de familia pudiente y estaba trastornado de estudiar, decían que para piloto. Venía por el Cerro y cuando pasaba un avión miraba hacia arriba y decía, ese es el de tal hora y tal destino ya he dado ordenes para lo que fuera, para lo que se le ocurriera, este también daba ordenes a los tranvías. Por ejemplo, se subía y les decía, vas con retraso da la vuelta en el ruedo y le decían: vale Juanito, ahora doy la vuelta comunícaselo al inspector, y así se tiraba todo el día.
Otro asiduo del Cerro era Gabriel. Este chico vivía en las cuevas de la iglesia, y también estaba un poco chiflado. Las cuevas quiero recordar que eran cuatro, estaban perfectamente equipadas dentro de lo que se podía, la entrada sin puertas solamente una cortina, estaban pintadas de cal, el exterior y el interior, disponían de cocina, comedor y habitación. Lo que no disponían era de váter, claro que váter no teníamos ni nosotros en las casas, el váter para muchos era el basurero que estaba detrás de la cacharrería. Creo que las cuevas desaparecieron cuando hicieron el campo de fútbol allá por los años 60. Se marcharon a vivir a San Blas.
Gabriel siguió viniendo por el barrio. Se tiraba todo el día acarreando agua de la fuente que había donde los locos porque la gente que vivía en la calle Eusebio Martínez Barona les pillaba lejos la que había en mi casa y la que había en López de Hoyos. Le encargaban que trajera viajes de agua, utilizaba los cubos y el aro, y cuando le traía agua a una pues le mandaba la otra, siempre le daban algo.
Escena de la película Los Golfo, donde vemos el cuadradillo de madera que se utilizaba para llevar el agua.
Había otra mujer en el barrio que estaba tontita. Era la mujer del señor Mateos el de la carpintería de “ MI HUCHA “. Se tiraba todo el día dando vueltas a la manzana sin hablar con nadie, cuando llegaba la hora de comer la cogían, la metían en casa, comía y otra vez lo mismo, así todo el día.
Otra persona famosilla que pululaba por el barrio, quizás de la familia mas graciosa, era Lola y el marido Antonio (le llamábamos Moka, siempre andaba con el transistor puesto en la oreja y la cámara de fotos colgada al cuello). Eran como los otros un poco deficientes, ella era conocida por la Llorona y vivían en el descampado que había entre las calle Celeste y Arturo Baldasano.
Antes he nombrado los locos. Es el sanatorio de La Paz que hay en López de Hoyos, ese sanatorio en su origen era un psiquiátrico y cuando se escapaba algún interno bajaba para el barrio y había que llamar para que vinieran a buscarle. Algún problema acarreo algún loco. Hoy en día es un sanatorio de reposo y de personas nerviosas. En el Cerro hicimos un equipo de fútbol y como dejábamos las camisetas, las botas, el calzón, en fin, todo el equipo en la caseta del guarda del sanatorio, le pusimos de nombre La Paz. Cuando íbamos a jugar por el camino íbamos cantando lo siguiente: El equipo de la Paz, es un equipo Español, tiene cinco delanteros, que son artilleros, jugando el balón, la media es la mas jabata, la defensa la mejor, y el portero es un muchacho, que ni por alto ni bajo le cuelan un gol.
Quisiera hacer referencia a la única fuente en todo el Cerro. Hasta después de la guerra en el Cerro no había ninguna fuente. Las gentes tenían que ir a por el agua al Ventorro (al canalillo), y a lavar la ropa. Cogían la ropa, se bajaban al canalillo, la lavaban, la tendían en unos alambres que había y se la subían ya seca. Fue después de la guerra cuando cogieron el padre de la Antonia y otros una noche y engancharon de una tubería que venia a la tahona y amaneció al otro día la fuente. En su origen fue una fuente con un gran pilón.
De la Cuesta de Queremón realmente hay poco que resaltar pues el lado que daba a Lasical eran todo barrancos, solo había una casa por la mitad de la cuesta, era una familia que tenían dos hijos, chico y chica. El iba al colegio que iba yo, a los Castellanos en la Ciudad Jardín, se llamaba Perogordo, o era el apellido, y la hermana se llamaba Isabel. Algunas veces subían por el barrio. Que bueno que leyeran esto o alguien que les conociera. En la esquina de la c/ Escabiosa con la cuesta de Queremón había un bar salón de bodas, me acuerdo porque fui a una de un familiar de
la Quinta, creo recordar que se llamaba la Bomba o algo parecido, había gran cantidad de mesas.
Fotograma de la película 091 al habla (1960). Cuesta de Queremón desde Lasical.
En el lado de la izquierda si había mas viviendas, además de que estaban los alfares. Creo recordar que eran dos. Ponían los tiestos y los barreños y las cazuelas a secar al sol en la calle. Al principio de la cuesta había un taller de tornero.
Quiero recordar por que también era muy conocida por el Cerro y las Casitas una casa que había en medio de la cuesta que bajaba al Ventorro, se la llamaba la casa negra porque tenia pintado de negro la fachada. Enfrente de esta casa había una boca de una cueva que se decía que había pertenecido a
Luis Candelas. Algunos chicos del barrio llegaron a entrar pero creo que no mas allá de unos metros.
El chalet de Carmen Amaya. Esta era una “bailaora” flamenca gitana muy famosa por entonces. En la calle José Silva pasado el estanco con dirección a Arturo Soria e inmediato al alfar que antes he mencionado, tenía el chalet donde venían en el verano a descansar. Como quiera que también venía con toda su trupe de gitanos, estos por la noche se bajaban donde Pepe al bar a tomar algo y les daban las tantas cantando, palmeando, y bailando. Carmen Amaya murió en 1963 y el chalet fue conservado por una pareja de guardeses que también eran muy conocidos en el barrio.
También tenia el chalet enfrente del estanco Gracia Imperio, otra artista. Este permanecido en pié hasta hace poco, ahora solo queda el solar. Se decía que ahí se había cometido un crimen.
Chalet de Gracia Imperio. Fuente Callejero Fotográfico QDQ.
Toda la manzana que comprendía lo que ahora es las calles Las Cañas, Arturo Soria, Arturo Baldasano, hasta bajar enfrente del bar Villa Carmen, era un vivero. El dueño se llamaba Luis y la casa la tenían justo detrás de lo que actualmente es la gasolinera, que entonces no existía.
En fin, creo que he referenciado un poco lo que era el Cerro, no sé si me dejare algo por reseñar. La vida cotidiana de los chicos y chicas eran los juegos de entonces, de los chicos el peón, las chapas, el gua, tu la llevas, el burro, el aro, el carro de rodamientos, la piedra, los cromos,... subíamos a la vía a por piñas o a poner piedras y chapas en la vía del tranvía. De las chicas los bonis, los cromos, la comba, el diávolo ... nos cambiábamos tebeos, hacíamos colección de cromos y se pegaban en el álbum. Los juegos compartidos podían ser el escondite, la lima, en fin, lo mismo que cualquier otro barrio de la periferia de Madrid en esos años.
Calle Tritón hacía el 2004. Fuente QDQ.
Chavales del barrio, hacía el año 1973-1974. La foto esta hecha en el esquinazo del Terán. Ver el comentario de Pepito Cabrera para saber quienes son. Foto cedida por Miguel Angel Cabrera.
Tres fotos de las obras realizadas en el colegio en diciembre de 2011. Fotos cedidas por Blanca Galindo Acto (mil gracias).
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Autor: Pedro Gómez.
Con la ayuda de: Ricardo Márquez.
En este blog también colaboran: Angel Caldito y José Manuel Seseña.