En 1951 había en el Hogar Alto de los Leones, enfrente de la CEA, tres empleadas de la limpieza que un día, de la noche a la mañana, decidieron despedirse para irse de animadoras a un cabaret, eso que dos de ellas habían estado hasta hacía poco acogidas en el Hogar Clara Eugenia, en Hortaleza.
Octubre, 1941. Alto de los Leones. Dormitorio provisional en lo que hasta hacía poco había sido un almacén de aceites y piensos y luego serían las clases. Ahí están presentes: Marín, el instructor, con la inevitable camisa azul y el machete; Maruja, la directora, que inexplicablemente se quedó soltera; y detrás, cuatro guardadoras, cuando todavía usaban toca.
De las tres, Amalia y Otilia(1), eran muy hermosas, especialmente esta última, quien estuvo insistiéndome durante días, hasta que consiguió que le prestara una corbata con muestra escocesa que tenía yo, para ponérsela el día que libraba. Mas como no sabía hacer el nudo, me llevó a su alcoba para que se lo hiciera yo... Y ahi estaban -a solas- la real hembra y el chaval. Ella, con guasa en la mirada, y él, afanado como nunca en su lucha temblorosa por hacer el nudo Wilson sobre aquellas cumbres... Y todavía hoy sé lo que pensaba: "Andá, éste a lo mejor es marica, ¿o es que va para santo...?" Ni lo uno ni lo otro, liebe Otilia, simplemente, un gilipuertas.
Año 1949. Niños austriacos que vinieron por una temporada a España para recuperarse y les alojaron en Leones y en Brunete. En general se les ve fortachones, y comparados con nosotros, gigantescos. El maestro que les acompañaba me habló en alemán para saber si yo era uno de "ellos", y claro, no le entendí. Hoy le hubiera dicho: "Guten Tag, Herr Lehrer!"
El caso es que el día que tenía libre -de 10 de la mañana a 10 de la noche-, lanzaba el cubo, la bayeta y las viejas alpargatas a un rincón, y a continuación, con un abrigo azul marino ajustado a la cintura, de vuelo y esclavina; una blusa blanca que a duras penas celaba su altiva proa, medias finas y zapatos negros de tacón alto, se transformaba en una arrogante belleza de arrabal, que, olvidando por completo las enseñanzas religiosas recibidas durante tantos años en Auxilio Social y pisando fuerte, se iba sin vacilar un momento camino del placer y el devaneo. La más joven de las tres, Bienvenida, de 18 años, no mucho mayor que yo, y que me trataba, ¡rayos y truenos!, como a su hermano pequeño, era de cuerpo muy esbelto, espigada y de pecho plano, ideal para lucir uno de los modelos de Christian Dior y no para ir vestida de fregona. Ella también le dijo "abur" a toda aquella absurda machaconeria religiosa y sin pensárselo más, las tres gracias salieron de naja alegremente, a la conquista del Cabaret. Qué no hubiera dado por haber sabido cómo continuó esa novela... Sin embargo, una cosa es cierta: Como quiera que aquello acabara, la decisión tomada fue sin duda mejor que quedarse en el Hogar Alto de los Leones de Auxilio Social, haciéndose polvo las rodillas, fregando suelos por 75 pesetas al mes.
Fotografía actual del Alto de los Leones.
-.-.-
Ernesto Fernández (Wiesbaden – Alemania)
En este artículo han colaborado: José Manuel Seseña y Ricardo Márquez.
Nota:
1 - Nombres figurados.