En esta ocasión los recuerdos se centraran en la parada 8, el tramo a contemplar seria entre las calles Torrecilla del Puerto y Julián Hernández. Cabria resaltar en primer lugar, después de los estudios de cine C.E.A., una central eléctrica, posteriormente, y quizás por su condición de ser el único que existía en su categoría, tenemos que resaltar y con mayúsculas al campo de fútbol del Plus Ultra. Este equipo fue creado por la compañía de seguros del mismo nombre y llegó a jugar en segunda división, años después sería filial del Real Madrid, dejaría este campo y se llamaría Castilla.
Primera construcción del estadio, a la izquierda se pueden observar los grandes arroyos que iban a desembocar a la charca.
El estadio de la Ciudad Lineal, no era un estadio al uso (si es que lo había sido alguna vez) sino un campo de fútbol encajado en un recinto ciertamente singular, quizá consecuente a sus antecedentes como velódromo.
Quedaba delimitado por las calles Duque de Tamames, Arturo Soria, Ramírez Arellano y Agastia. Tenia entrada y taquillas por las tres primeras, siendo la principal la de Arturo Soria. Entrando por ésta encontrabas el bar a la izquierda, al frente una explanada de tierra limitada por una pared de poco mas de un metro de altura que abarcaba todo un fondo (detrás de una portería desde un corner al otro) y hacía la curva que debió hacer el velódromo. Esa pared era la primera y única fila de esta grada. Era como un balcón sobre los vestuarios (podías tocar las tejas) que, por debajo, hacían la misma curva que la grada. Y ya a su mismo nivel, el terreno de juego.
Vestuarios sobre los que estaba aquella fila única del fondo A.Soria. Fotograma de la película El Fenómeno – 1959.
En el lado opuesto (detrás de la portería contraria), calle Agastia, ni siquiera había aquella única fila sino solo una gran pared de ladrillo combada hacia fuera formando la contra-curva del anterior fondo. Esta aparente simple pared merece un comentario más extenso:
Era una pared gruesa, pero aún así disponía de algunos agujeros -hechos por aficionados dispuestos a ahorrase la entrada- a través de los que podías ver el fútbol aunque fuera con ciertas limitaciones. Junto a algunos agujeros se apilaban piedras que servían de asiento para verlo mas cómodo. Naturalmente había que madrugar mucho para conseguir una de estas “localidades”.
Lateral de D. de Tamames. El edificio de la izquierda es el colegio San Estanislao de Kostka, de Arturo Soria, 111. Fotograma de la película El Fenómeno – 1959.
Otros montones de piedras servían para ayudarse a trepar y saltar la pared, y aunque algunos lo conseguían era arriesgado, porque, además de empleados del club dentro del recinto, había policías a caballo que iban rodeando el exterior.
Había además, pegado a un lateral, una pequeña puerta metálica por donde salía un empleado del campo a buscar el balón que, con frecuencia, saltaba la pared. Y si no quedaba otro al cuidado era el momento que se aprovechaba para entrar y camuflarse en la grada de Ramírez Arellano, que era la mas cercana y concurrida.
La grada de Ramírez Arellano. A la izquierda la central eléctrica. Las puertas pequeñas son de las taquillas.
Entre líneas mencionaremos que los chicos de los alrededores también estábamos al tanto de los balones que salían del campo, resultando que si teníamos la suerte de coger alguno salíamos corriendo hacia la charca para que no relacionaran la dirección que tomábamos con donde vivíamos. La charca estaba situada en el actual cruce de la calle Torrelaguna con Ramírez de Arellano. Era una charca sucia, con basura alrededor como trozos de tablas, incluso con clavos. Las aguas provenían de la zona alta de Arturo Soria, seguramente de los estudios de cine y de la central eléctrica, pero no dejaba de ser una charca donde te podías bañar. El riesgo para la salud era muy elevado, y así nos ha recordado un vecino de la Quinta de la Paloma que en dicho barrio se contagiaron algunos niños de tifus por la contaminación de las aguas de la charca.
Pero sigamos con nuestro relato. La grada de Duque de Tamames constaba de unas pocas filas de bancos de obra que en la parte central quedaba reducida a las dos primeras porque había una serie de huecos a modo de palcos, con sillas plegables, alguno reservado a periodistas radiofónicos. En todo el campo no había ninguna localidad cubierta.
El otro lateral, el de Ramírez Arellano, era más grande aunque no había asientos. Podías acceder desde esa calle o desde Arturo Soria a través de un estrecho pasillo muy cerca del banderín de córner.
Aquel pasillo estaba motivado por la Central Eléctrica [
1], que ocupaba la esquina de Arturo Soria – Ramírez Arellano y quedaba encajada dentro del estadio haciendo un ángulo recto con el vértice cerca del córner. Hacia el exterior daba a las dos calles y había unas ventanas que dejaban ver cables, grandes interruptores y en el suelo, semicubiertas por unas carcasas metálicas negras, varias turbinas girando a toda velocidad que provocaban una vibración y un zumbido perceptibles desde la calle.
Los partidos se celebraban los domingos por la mañana y lo habitual era que el campo estuviera lleno y con una gran animación en sus alrededores antes y después de cada partido.
Era tal la afición que movía que cuando se jugaba la Ciudad Lineal se convertía en una autentica romería, no digamos cuando se enfrentaba al eterno rival el
Rayo Vallecano, (coincidieron en la categoría de 3ª división) entonces la Ciudad Lineal se trasformaba, era mucha la cantidad de gente que acudía en los típicos autocares, así como en el tranvía, o los que acudían por su origen en el autobús de la línea 9 o las camionetas que subían a Hortaleza y Canillas (las líneas P1, P2, P3 de la empresa Castro). Entonces la Ciudad Lineal se convertía en una autentica peregrinación de gente desde la parada 10 (López de Hoyos) hasta el campo. Recuerdo que las camionetas, como se les llamaba en esa época a los autocares, aparcaban en las calles adyacentes al campo, y la gente se subía al techo para ver el partido. Ponían un cartel en el parabrisas “al fútbol“, eso cuando no voceaba el conductor por ejemplo “a Cuatro Caminos “ o “a Carabanchel por Atocha “, cada uno anunciaba su destino como podía.
El kiosco merendero que estaba en la parada 8. Fotograma del corto Se vende un tranvía (1959).
A la salida del fútbol íbamos, con nuestros padres, a tomar el vermut al bar Molinero de Arturo Soria, frente a la puerta principal del campo. Bueno, en realidad del vermut solo nos tocaba un sorbo del de nuestros padres, pero había unas aceitunas rodeadas de anchoa que eran de primera, y de estas si que caían unas pocas. En aquel bar también había una máquina tragaperras que funcionaba con monedas de 5 y de 10 céntimos (de peseta, claro) que llamábamos perra chica y perra gorda. La máquina era metálica y su funcionamiento totalmente mecánico. Tenía una palanca que debías bajar y entonces giraban las frutas y…
Si habíamos ido solos al campo con la idea (casi nunca cumplida) de colarnos, pues no había vermut. Pero a veces cogíamos el tope del tranvía hasta la parada de Ángel Muñoz. Un día nos vio un vecino y no volvimos a hacerlo.
El tranvía acercándose al kiosco merendero de la parada 8. Fotograma del corto Se vende un tranvía (1959).
En este tramo de Arturo Soria existía, prácticamente enfrente del campo del Plus Ultra, uno de los kioscos-merenderos de la Ciudad Lineal, que también era punto de referencia para el cambio de marcha de los tranvías, pues existía una triple vía en la que se podía hacer el cambio de sentido, además era una practica habitual el que al subir el cobrador gritara “a la CEA nada mas“, y entonces este era su destino.
En la esquina de Duque de Tamames y Arturo Soria estaba el colegio San Estanislao de Kostka, que tenía fama de ser un buen colegio. Pero sus precios resultaban impagables para la mayoría de nuestras familias. Para nosotros era un colegio de ricos. Trasladó su sede a finales de los años setenta.
Tenemos que hacer referencia también al colegio de huérfanos
Hogar de Auxilio Social Batalla de Brunete (antiguo
colegio María Teresa), que estaba frente al campo de fútbol. En algunas fechas, o en las fiestas, desfilaban con la banda de trompetas y tambores por los barrios limítrofes a la Ciudad Lineal, iban uniformados, perfectamente alineados y rapados, lo que llamábamos al cero. El colegio tenía una verja con hierros curvados y acabados en punta. Un día una pequeña, vecina nuestra, se clavó una de estas puntas en la mano cuando jugaba y se hizo bastante daño.
Plano del estadio ya reformado.
Este otro recuerdo va dirigido al baile y piscina que hubo en la misma calle Arturo Soria esquina a Lorenzo Solano, su nombre inicial a finales de los cuarenta era Piscina Lido, sala de fiestas; en los sesenta Jardín Tequila, baile; y posteriormente, cuando desapareció el baile y quedó solo la piscina, pasó a llamarse Mallorca. Era una piscina pequeña, acogedora, normalmente acudía gente joven, no tenia gran trascendencia pues en la zona había otras piscinas mas grandes y que se diferenciaban por el tipo de clientes que acudían. Tenía unos abonos, sobre los años 1961-62, con los que la entrada costaba solo 5 o 10 pesetas (La Formentor, que entonces se llamaba Granja del Carmen, costaba 25 y la Stella era mas cara).
Anuncio en el diario ABC. Año 1947.
Por último mencionar en esta misma manzana un vivero de plantas.
El tranvía alejándose de la parada 8, en busca de la 9. Fotograma del corto Se vende un tranvía (1959).
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Autores: Jesús Sastre, Pedro Gómez y Ricardo Márquez; todos vecinos del Cerro.
En este blog también colaboran: José Manuel Seseña y Angel Caldito.
Parada anterior:
Parada 7.
Notas:
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1] Fábrica de electricidad.
Fue construida por la CMU en 1905. Era de ladrillo visto y su chimenea tenía una altura de 35 metros. Estaba dotada de unos motores Morgan Elliot capaces de producir 136 kw a 5.000 voltios y fue sin dudas la construcción industrial más importante de la CMU.
Se levantaron varios transformadores y el tendido eléctrico se hizo mediante postes, aprovechando los mismos para el cable telefónico (la CMU en su fundación tenía la intención de hacer todos estos tendidos bajo tierra a medio metro, pero no fue posible realizarlo). Suministró electricidad, además de a la Ciudad Lineal, a Chamartín, Pueblo Nuevo, Ventas, Concepción, Canillejas, Canillas, Hortaleza y el Cerro de la Cabaña, en total cerca de 14 kilómetros de tendido.
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