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martes, 15 de diciembre de 2009

El Ventorro del Tío Chaleco

La palabra Ventorro, como su propio nombre indica, era un lugar donde existía una venta, normalmente en los cruces mas importantes donde confluían varias intersecciones. En nuestro relato que datará sobre los años 40 – 70, el del Tío del Chaleco la confluencia era la c/. López de Hoyos con el arroyo del Abroñigal, donde existía un puente sobre el cual se podía cruzar el arroyo, pues López de Hoyos era una vía importante para el acceso a la ciudad.

Fuente: Archivo fotográfico de la Comunidad de Madrid. (1969). Final de la c/. Escabiosa. Esa especie de muralla que se observa en el lado derecho es sin duda el colector donde se unian el arroyo de las Cañas y el Abroñigal, Se observa el edificio del fondo a la derecha, es Perlofil.

Al Ventorro en adelante lo catalogaremos como barrio, aunque en ocasiones seguiremos llamándolo como Ventorro.

La gente que vivía en este barrio estaba muy identificada con el Cerro de la Cabaña por su proximidad, existía un cierto pique entre ambos barrios, se decía “ subir al Cerro “ o “ bajar al Ventorro“, lo que les hacia como inferiores, pero eran dos barrios a los que les unían incluso lazos familiares.

La frontera entre los dos barrios era en la práctica el arroyo de las Cañas, del cual se aprovechaban ambos barrios. Este arroyo, que entraba en el Ventorro procedente de la zona de Arturo Soria, recorría casi todo el tramo de López de Hoyos por la parte de atrás y en el lado de los pares, entre la c/. Alejandro Chacón y la c/. Escabiosa, donde en su confluencia con López de Hoyos y a 50 metros aproximadamente se convertía en un colector que desembocaba en el arroyo Abroñigal.

Fuente: Archivo fotográfico de la Comunidad de Madrid. Usuario: Aurora Sen Flores (1956).

Siguiendo con el compromiso de recuperar barrios desaparecidos, y al igual que con el capitulo del Cerro de la Cabaña 2ª parte, el relato irá dirigido a lo que era el barrio, sus vecinos, sus comercios y sus costumbres.

El Ventorro lo vamos a delimitar por una franja que comprenda: por el norte con el arroyo Abroñigal y el pinar que en aquella época existía, al sur la prolongación del arroyo Abroñigal con la cuesta de Queremón, al este Sanatorio de la Paz – en la c/. Lopez de Hoyos – con la c/. Alejandro Chacón, y al oeste el Paseo de los Jacintos hasta la c/. Queremón.


El barrio tenia muchas calles pero la mayoría eran calles pequeñas, la c/.Lopez de Hoyos era la principal y por entonces junto a la c/. Máquina eran las únicas que estaban asfaltadas, ordenándolas de este a oeste serian: Valentina Gutiérrez, Santa Mónica, Monte Sinaí, San Vicente Mártir, Máquina, Cerezo, Avenida de los Tilos, Suerte, Escabiosa, Las Flores, Buen Pastor, Eucalipto y Paseo de los Jacintos.

El Ventorro en su aspecto de barrio poco difería de los barrios limítrofes como podían ser el Cerro de la Cabaña, la Quinta de la Paloma, Ibarrondo y Ciudad Jardín. El Ventorro respecto a estos barrios (excepto la Ciudad Jardín) presentaba la ventaja de tener mas vida por estar atravesado por una vía tan importante como era la c/. López de Hoyos, por la cual discurría toda la circulación de vehículos que accedían o procedían de Hortaleza, Canillas y Ciudad Lineal al centro de Madrid.

Tomando como referencia los años 50 – 60, ya se intuía el movimiento circulatorio que tomaría con el venir de los años esta travesía, por ese motivo y con gran acierto por parte de los vecinos se congregó la mayoría de los comercios existentes en el barrio.

Refiriéndonos a la vecindad al igual que sucedía con la mayoría de barrios que no superaban o se encontraban entre un censo de 500 – 1500 habitantes, aunque no se llegara a tener una intima amistad, si se podría decir que se conocían casi todos, bien por el nombre, por el apellido, por la familia o por el apodo que también proliferaba. Eran gente en su mayoría trabajadores por cuenta ajena, había familias económicamente desahogadas, otras menos, y las había económicamente precarias. Había quien vivía en casa individual, pero predominaban las familias que vivían hacinadas en una finca donde había 2, 3, 4 e incluso 5 vecinos. Por los años 60 se empezaron a levantar algunos edificios de pisos.

Fuente: Archivo fotográfico de la Comunidad de Madrid. Usuario: Aurora Sen Flores (1937).

Si por algo el Ventorro del Tío del Chaleco traspasara fronteras quizás fuera por la popularidad del único vecino que alcanzó la fama, este no fue otro que Manolo Santana, conocidísimo tenista tanto en nuestro país como fuera de él, aunque Santana no nació en el Ventorro si que llegó siendo muy niño. Procedía de una familia humilde, eran cuatro hermanos y él en su adolescencia visitaba el club de tenis El Viso donde le entró el gusanillo, y de recogepelotas llegó hasta lo mas alto. A pesar de ser quien fue y del poder económico del que disfrutaba, su madre estuvo trabajando hasta los últimos días.


En el capítulo de los comercios el Ventorro era quizá el mas rico en comparación con los barrios limítrofes, pues sí al hablar del Cerro de la Cabaña reflejábamos que disponía de todo tipo de establecimientos para su abastecimiento, sin que fuera del todo cierto, en cambio refiriéndonos al Ventorro si que podríamos asegurar que disponía de todo lo esencial.

A continuación vamos a enumerar todo lo que seamos capaces de recordar, empezando por la parte alta y bajando por la acera de los números impares de la c/.López de Hoyos.

Creo recordar que el primer comercio que nos encontrábamos era una bodega de la que no recuerdo el nombre, al lado había una casa de repuestos del automóvil –Miguel–, por debajo había un taller mecánico, que por cierto eran muy buenos profesionales y en el que muchos chavales de aquellos barrios aprendían el oficio. Por debajo del taller había una peluquería de señoras que ejercía dentro de su casa, estaba la trapería casi esquina con la c/. Maquina, entrando en la c/. Maquina había a la izquierda un bar y mas adelante una tienda de muebles y electrodomésticos. Seguido había una lechería y mas adelante pasando las curvas en el lado izquierdo había un gran almacén de carbón. Volviendo hacia la c/. López de Hoyos y en la otra acera quiero recordar que había una mercería o cacharrería, también había una carnicería, una casquería y una frutería.

Ya en López de Hoyos y siguiendo la ruta establecida, había una pequeña tienda donde se cambiaban novelas y tebeos, tu entregabas los tebeos, cogías otros y abonabas 5 céntimos por cada uno (por entonces era muy común en los hombres leer novelas); luego un taller y alquiler de bicicletas, una carbonería, y después una droguería–mercería que la dueña se llamaba Sra. Masa. Seguido estaba la peluquería de caballeros de Manolo que aparte del corte de pelo también se dedicaba a poner inyecciones; era un hombre muy conocido y querido en el Cerro pues lo mismo le llamaban para que subiera a pelarte como a pincharte, fuera la hora que fuera. Por debajo de la peluquería estaba la carnicería de Fraile (que hoy en día tiene varías en la Vaguada, San Sebastián de los Reyes,....) ; después una fontanería y seguido un despacho de pan que también servía Julio Baena (el hombre que atendía el despacho se llamaba Cosme).

En López de Hoyos esquina con la c/. Suerte había una fuente, a esta fuente era a la que bajaban del Cerro a por agua antes de que existiera la del Cerro. Ya en la curva estaba la bodega del Maño, esta bodega era la mas grande y la mas conocida del Ventorro, quizás no hubiera nadie en todo el Ventorro y aledaños que no la conociera. Después de la bodega y en la misma curva había una frutería-verdulería, y seguido estaba el taller de Javi, lo llevaban el padre y su hijo; la casa donde estaba el taller era una casa familiar y los que vivían ella eran todos familia. Como otros negocios de entonces, empezaron trabajando con poco, como el que dice en la calle, el taller estaba en pleno arroyo Abroñigal prácticamente debajo del puente.

Fuente: Archivo fotográfico de la Comunidad de Madrid. Usuario: Aurora Sen Flores (1953). Posiblemente el Paseo de los Tilos, en la explanada donde acababa el canalillo.

Ya cruzado el puente había un bar llamado la Curva, en el verano hacían baile en el jardín. Recuerdo que se bajaba por una escalera a la pista de baile. Este bar era muy conocido pues en aquella época muchos jóvenes de otros barrios iban a bailar allí. Antes de desaparecer fue un jardín restaurante llamado la Chuletera.

Después de la curva, enfrente en la c/. Buen Pastor nº 1, nos topábamos quizás con lo que era el emblema del barrio, la fábrica de pan “ La Luna “. Si antes refiriéndome a la bodega del Maño decía que la conocía todo el barrio, esta fábrica de pan digamos que era el Ventorro en si, punto de referencia para cualquier extraño. La Luna era bastante importante por la cantidad de producción diaria que elaboraba y que repartía mayormente fuera de la zona.

Al final de la c/. Buen Pastor estaba la fábrica de hielo, tan conocida si cabe como la fábrica de pan. Era la única fabrica de hielo que yo recuerde que existía, de hecho repartía hielo no solo a los bares de los barrios limítrofes sino que repartían por varias zonas de Madrid. El reparto se hacía con carros de mano a los sitios cercanos y con motocarro a las zonas mas alejadas.

Recorte del diario La Voz de Madrid. 1932

También había en la c/. Las Flores una fábrica de empanadillas, no recuerdo el nombre comercial pero recuerdo que trabajaban muchas chicas de estos barrios. Terminando esta ruta del lado de los impares de López de Hoyos pasada la curva sé que había un taller como de carpintería, y al final en el esquinazo de la c/. Queremón estaba la tienda conocida por los consumos, dedicada a la venta de pienso, legumbres, y harinas.

Retomamos la ruta esta vez por la acera de los pares. Creo recordar que lo primero era una clínica que se encontraba dentro de un chalet, se llamaba Los Leones. Luego una vaquería, el dueño se llamaba Juan; después estaba la chatarrería de Pepe a la que acudíamos para vender todo lo vendible, desde hierro, plomo, cobre, botes, botellas,... de todo lo que encontrábamos por los basureros.

Después de la chatarrería estaba el taller de cerrajería de Felipe, Felipe vivía en la c/. Eusebio Martínez Barona. Mas abajo estaba la vaquería de la Felipa, permanecieron en el barrio hasta que les expropiaron y se marcharon a la c/. Ávila, donde continuaron con el negocio hasta su jubilación. Un poco mas abajo estaba la única churrería que existía, yo no recuerdo que hubiera ninguna en otro barrio de las cercanías. La imagen del churrero o churrera con las cestas, una en cada brazo, por los barrios voceando la mercancía, era una imagen inolvidable.


Seguimos y nos encontramos con un despacho de pan que pertenecía a Julio Baena la fabrica de pan que estaba en el Cerro. Por debajo estaba la farmacia de D. Mariano, por debajo de la farmacia había una clínica, mas abajo una tienda de ultramarinos de nombre El Derroche, seguido una frutería (la dueña se llamaba Consuelo), una pescadería (creo que la que despachaba se llamaba Carmen, una chica muy machorra); y por último en la esquina con la c/. Simón Bartolomé otra tienda de ultramarinos que se llamaba La Barata. En la c/. Simón Bartolomé había un almacén que vendía vinagre, pienso y alfalfa, es decir, suministro para los animales, se llamaba la Chuti. Ya en la c/. Escabiosa había una peluquería de caballeros, se llamaba Hilario Galán, y mas abajo una casquería. También en la c/. Escabiosa estaba el almacén de carbón de Pedro Guerra, y ya en López de Hoyos pasado el puente había otro bar de nombre La Huerta.

Hasta aquí un repaso de los comercios o tiendas que existían en el Ventorro, a partir del año 65 fueron desapareciendo algunos e instalándose otros en su lugar, por ejemplo un club de los llamados americanos de chicas de alterne que hubo en la cuesta de López de Hoyos, no recuerdo el nombre aunque lo visite varias veces. Quizás me deje alguno, quizás no estén todos en su orden, pero lo que si puedo asegurar es que los que he reflejado existían.

Fuente: Archivo fotográfico de la Comunidad de Madrid. Usuario: Carmen García Pascual (1965).
El Cerro de la Cabaña, final de la calle Justo Martínez, visto desde el campo camino del Ventorro. 

Respecto de las costumbres a las que se pudiera hacer referencia en dicho barrio, no creo que difieran mucho de las costumbres de los otros barrios limítrofes, puesto que las personas que lo habitaban poco se diferenciaban los unos con los otros, si algo pudiera ser era el de su condición de barrio mas transitado por vehículos y por lo tanto tenia mas actividad que los otros. Si tuviéramos que citar alguna actividad esta sería la que se producía en torno al “canalillo”, justamente donde acababa. En su tiempo fue lavadero no solo para los vecinos del Ventorro, era zona de reunión, nunca faltaba gente en sus inmediaciones y para los chicos era zona privilegiada para los juegos por existir una gran explanada y comunicarse prácticamente con el pinar. Del “canalillo” se podría decir que era la frontera con la Ciudad Jardín.


Espero que este relato sea motivo de recuerdo para las personas que vivieron o simplemente transitaron por el Ventorro del Tío del Chaleco, pues a mi me produce un gran placer recordar lo que mi memoria me permite, aunque soy consciente de que se podría ampliar o mejorar, e intentado plasmar en el mis recuerdos.

Los restos del naufragio: dos fotos del cartel de Neumáticos Javi que todavía hoy (08/mar/2012) existe en la esquina de Alfonso XIII con Pinto Ribera. Foto de: Félix Aguirregaviria



Equipos de Bressel, principios de los años cincuenta. Fotos de Pipe. Su padre es el primero de la izquierda que está de pie en el equipo masculino.
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Autor: Pedro Gómez.
En este blog también colaboran: Angel Caldito, José Manuel Seseña y Ricardo Márquez.

Fuentes fotográficas:
Archivo fotográfico de la Comunidad de Madrid.
BNE.

martes, 17 de noviembre de 2009

El Cerro de la Cabaña – Barrio desaparecido de Madrid. (2ª parte)

Tenemos el placer de presentaros el relato de Pedro Gómez, un vecino del Cerro de la Cabaña, como continuación del anterior artículo. Pedro tiene una memoria prodigiosa y nos dará un paseo por lo que fue el barrio, muy parecido a la mayoría de los barrios de la periferia de Madrid. A diferencia del anterior artículo, donde vimos la historia desde el punto de vista evolutivo y administrativo, en este veremos lo que sentía un niño nacido y crecido en el barrio, con un lenguaje muy coloquial, el que en aquel entonces se utilizaba, por lo que pedimos que si algunas palabras son mal sonantes, debemos de considerarlas dentro de su contexto en el pasado. Puedo asegurar que decir tontita o loco, era dicho por los que éramos los vecinos del barrio con el mayor cariño y compasión posible. Hoy en día decimos depresión, crisis, stress,....

Hacemos una mezcla de todos los correos electrónicos que hemos intercambiado y añadimos algunos datos más que nos han aportado vecinos y familiares, pues cuando se empieza a recordar entre unos y otros vamos recomponiendo nuestra memoria.

Esperamos que disfrutéis del relato y le echéis un poco de imaginación aquellos que nunca lo conocisteis.
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Me voy a referir al Cerro, lo que era el barrio entre los años 40 al 75. El barrio lo vamos a parcelar en un rectángulo que comprenda las calles López de Hoyos – Arturo Soria – Bueso Pineda – Cuesta de Qreremón (actual calle Normas) - Escabiosa y López de Hoyos, sin tocar la parte del Ventorro del Tío Chaleco.


El Cerro de la Cabaña era un barrio humilde donde todo el mundo se conocía, los había mas humildes, los comprendidos entre Bueso Pineda y Cuesta de Queremón, y menos humildes, los comprendidos entre López de Hoyos y Arturo Soria. Dentro de esa almendra (calles: Eusebio Martínez Barona – Alejandro Chacón – Agastia – Celeste – José de Silva – Arturo Baldasano – Justo Martínez – Tritón), estábamos nosotros mezclados, unos mejor y otros peor, pero nadie ostentaba de riqueza, porque quitando al señor Julio Baena (dueño de la tahona) nadie tenia coche, a lo sumo moto. En aquellos años, los chicos de nuestra edad en lo que menos pensábamos es en si eras el hijo del tendero o del albañil. El Cerro, al contrario que las Casitas que no disponía de ningún comercio (dependían del Cerro o del Ventorro), podía presumir de todo tipo de establecimientos.

La fábrica de pan Julio Baena. Esta fábrica tenía varios despachos de su propiedad repartidos por Madrid, aparte de que repartía a otros despachos. En aquella época el transporte se realizaba en carros tirados por mulas. Los chicos del barrio esperábamos que llegaran para coger de las canastas los coscurros de pan que quedaban en ellas y algunos palos nos llevábamos. También era una practica habitual que cuando llegaban las fiestas navideñas los vecinos llevaran los corderos para asarlos a la tahona.

Todas las calles del Cerro estaban sin asfaltar. En la confluencia de las calles Celeste con Agastia, que era donde estaba la tahona, la calle hacia una pendiente muy pronunciada y era cuando a las mulas les costaba mas subir; entonces aprovechábamos nosotros para subirnos al carro. Creo recordar que las primeras calles que se asfaltaron fueron: Angel Muñoz – Agastia – Bueso Pineda, luego Arturo Baldasano – Celeste – Eusebio Martínez Barona; y las calles Triton - Justo Martínez pasaron mas años.

Enfrente de la tahona empezaron ha construir una gran casa de dos pisos para cuando se casara Gloria, la hija del Sr. Julio. Se la paralizaron los de urbanismo, y así se quedo. La utilizaban para guardar los carros y pesebre de las mulas. También hacia las veces de garaje para un Mercedes modelo Lola Flores de color negro, yo creo que fue el único coche que tuvo el Sr. Julio.


En aquellos primeros años no había teléfono en el barrio, dependíamos del teléfono de la tienda de ultramarinos de Terán, que también disponía de bar. En esta tienda se hacia prácticamente el abastecimiento pues disponía de legumbres, embutidos, conservas,... en fin, lo que era en esa época una tienda de ultramarinos. El bar era el mas transitado del barrio porque aparte de los productos típicos de un bar acudíamos a la hora de comer a por el vino, la gaseosa, el sifón, e incluso el hielo que echábamos en un barreño y poníamos las cosas a refrescar. Cuando le suministraban el vino el camión traía unas cubas de madera que las bajaban del camión poniendo dos palos desde la caja del camión al suelo en forma de rampa. Otras veces se lo suministraban a granel, porque Pepe tenia cubas grandes en el sótano y transportaban el vino de unas cubas a otras con una manguera conectada a una bomba manual. Los camiones que le traían las cervezas o coca colas les costaba trabajo subir la cuesta, lo que aprovechábamos para coger si podíamos alguna botella colocándonos detrás del camión para que no nos viera el conductor. Mas de una vez nos tocó correr.


Seguido de la tienda estaba la carnicería de Eduardo, que también tenia acceso desde la tienda.

Bar de Santana. Alejandro, que era el dueño, tiene una hija que se llama Encarnita y un hijo que se llama Alejandro. Al morir Alejandro (padre) la mujer siguió con el bar y al casarse la Encarnita, el marido y ella siguieron con el negocio. En los años cuarenta y tantos el bar era además baile, y luego por los años sesenta el hijo también hacia bailes los domingos. Por esos años también fue gimnasio de boxeo. Allí entrenaban púgiles conocidos ya que el gimnasio lo llevaba Casanova, famoso púgil cubano de los años 40 que se afincó en Madrid. Solo añadir una cosa, en él se celebraban también bautizos o comuniones. Tu comprabas las barritas de pan en la tahona y en tu casa las rellenabas de lo que fuera y las llevabas al bar, donde ponían la limonada o lo que se tomara.

Había otro despacho de pan mas abajo de la tienda en la misma acera, era el de la Sra. Julia.

El barrio tenía dos talleres de zapatería, uno en mi casa en el que trabajaba mi tío Julián, y otro mas abajo de Terán, en la misma acera, que se llamaba Gavilán.

Al final de la calle Justo Martínez estaba la cacharrería más importante del barrio, la de la señora Florentina y el señor Eusebio. Allí se encontraba de todo, desde material de papelería, hasta tuercas, sin olvidar cualquier cacharro para la casa o las golosinas para los niños. Era la finca más grande del barrio, tenía un patio muy grande con gallineros a todo lo largo de una de las paredes.

Había una frutería en la calle Celeste, la de Sole, y una pequeña pescadería seguida de la tahona. Más hacía Arturo Soria, estaba la fábrica de camas Peña Vargas que tenia la entrada por la c/ Celeste y la vivienda por la c/ José de Silva.

Pasada la tahona estaba el alfar en la misma calle Celeste. El alfar comprendía toda la manzana hasta la calle José de Silva. Había otro alfar en la calle José de Silva contiguo al estanco, que aunque coincidían los hornos, no pertenecían al mismo dueño.

Estaba el bar de Villa Carmen en la calle Arturo Baldasano que también hacían baile los domingos. Este bar tuvo una de las primeras televisiones y cuando echaban un partido, o una corrida, si querías verlo te cobraban un duro o te tenias que tomar algo; esa costumbre era en casi todos los bares que tenían televisión. En la entrada del bar había un taller de motos, pues el marido de la hija del dueño del bar trabajaba en la fábrica de Vespa y puso un tallercito. El bar recibía el nombre por la mujer del dueño que se llamaba Carmen, él se llamaba Ceferino.

En la esquina de la calle Arturo Baldasano con Alejandro Chacón vivía la señora Vicenta. Era una frutería - cacharrería que vendía de todo: chucherías (golosinas que decíamos antes), tebeos, peones, en fin de todo, lo mismo que la cacharrería de la Florentina.


Había otra cacharrería al final de la calle Celeste llamada el Rinconcillo. El dueño se llamaba Santiago. Allí íbamos a por el petróleo y los gusanos de seda que vendía.

Un poco mas arriba del bar Santana había una peluquería de señoras, y enfrente un taller de cerrajería en el que yo empecé a trabajar con trece años, ese fue mi primer oficio. Se hacían sillas de jardín y terraza.

En el cruce de Agastia con José Silva estaba el estanco de Manolo, hermano de Pepe, que era además mercería. Luego al morir Manolo se quedó solo en estanco, Manolo tenia además una tienda de ultramarinos en la calle Bravo Murillo esquina a Teruel. Allí se encontraba el único buzón del barrio.


En la esquina opuesta al estanco, en medio de la calle José Silva, estaba el transformador electrico, una especie de torre de ladrillo rojo visto, desde el que se distribuía todo el tendido de cables del Cerro.

En la calle Eusebio Martínez Barona estaba la carpintería “MI HUCHA “ a la que recurría todo el barrio cuando se le rompía una silla, banqueta, mesa,...

Seguido de la carpintería había otra tienda, la de la señora Felipa. Se dedicaba a la venta de cebada, trigo, maíz, salvado, harina,.. en fin toda clase de piensos.

Al fondo de la calle Tritón, en el arroyo, estaba la vaquería de Ambrosio que abastecía de leche a todo el barrio y a las Casitas, ¡que ricos los calostros que nos daba cuando paría una vaca!, se le llamaba requesón.

Calle Tritón. Fuente Callejero Fotográfico QDQ.

Había otro despacho de leche en la calle Agastia antes de llegar a Angel Muñoz.

En la calle Angel Muñoz estaba la fábrica de membrillo y caramelos Chacón. Esta fábrica tiraba la basura en los cerros de la iglesia y allí íbamos los chicos a por los caramelos que iban entre la basura. Era una fábrica bastante importante.

En la calle Tritón había un taller en el que hacían hornillos. La señora Lorenza, su marido y sus hijos llevaban el negocio. Fue la primera casa en tener televisión del barrio.

Casa de la señora Lorenza. Calle Tritón. Fuente Callejero Fotográfico QDQ.

Del colegio que había en la calle Justo Martínez hay poco que contar. El colegio no tenia ningún nombre especifico, se le conocía por el del Cerro. Yo no fui a ese colegio a pesar de vivir al lado pero lo conocí perfectamente. El que daba a la calle era el de las niñas y el que se entraba por el callejón de la Clara era el de los niños. Recuerdo el nombre de la maestra doña Asunción pero no el del maestro. Por dentro el colegio tenia dos filas de pupitres, una a cada lado y un pasillo en medio que daba a la mesa donde estaba el maestro. El colegio dejo de ejercer por el año 67 – 68 aproximadamente no lo puedo asegurar.

Foto de Maria del Carmen Ibeas Laguna (1940) – Archivo fotográfico Comunidad de Madrid.

Foto del callejero fotográfico QDQ. El colegio fue abierto en 1926.



En el Cerro había algunas personas que eran famosos por su trayectoria, por ejemplo el torero, que vivía en la calle Tritón, se pasaba el día borracho se subía a la vía (Ciudad Lineal) y paraba los tranvías. Por la Nochebuena cogía un pandero e iba casa por casa a que le dieran una copa.

Había otro hombre conocido por Juanito el tonto. Era hijo de familia pudiente y estaba trastornado de estudiar, decían que para piloto. Venía por el Cerro y cuando pasaba un avión miraba hacia arriba y decía, ese es el de tal hora y tal destino ya he dado ordenes para lo que fuera, para lo que se le ocurriera, este también daba ordenes a los tranvías. Por ejemplo, se subía y les decía, vas con retraso da la vuelta en el ruedo y le decían: vale Juanito, ahora doy la vuelta comunícaselo al inspector, y así se tiraba todo el día.

Otro asiduo del Cerro era Gabriel. Este chico vivía en las cuevas de la iglesia, y también estaba un poco chiflado. Las cuevas quiero recordar que eran cuatro, estaban perfectamente equipadas dentro de lo que se podía, la entrada sin puertas solamente una cortina, estaban pintadas de cal, el exterior y el interior, disponían de cocina, comedor y habitación. Lo que no disponían era de váter, claro que váter no teníamos ni nosotros en las casas, el váter para muchos era el basurero que estaba detrás de la cacharrería. Creo que las cuevas desaparecieron cuando hicieron el campo de fútbol allá por los años 60. Se marcharon a vivir a San Blas.

Gabriel siguió viniendo por el barrio. Se tiraba todo el día acarreando agua de la fuente que había donde los locos porque la gente que vivía en la calle Eusebio Martínez Barona les pillaba lejos la que había en mi casa y la que había en López de Hoyos. Le encargaban que trajera viajes de agua, utilizaba los cubos y el aro, y cuando le traía agua a una pues le mandaba la otra, siempre le daban algo.

Escena de la película Los Golfo, donde vemos el cuadradillo de madera que se utilizaba para llevar el agua.

Había otra mujer en el barrio que estaba tontita. Era la mujer del señor Mateos el de la carpintería de “ MI HUCHA “. Se tiraba todo el día dando vueltas a la manzana sin hablar con nadie, cuando llegaba la hora de comer la cogían, la metían en casa, comía y otra vez lo mismo, así todo el día.


Otra persona famosilla que pululaba por el barrio, quizás de la familia mas graciosa, era Lola y el marido Antonio (le llamábamos Moka, siempre andaba con el transistor puesto en la oreja y la cámara de fotos colgada al cuello). Eran como los otros un poco deficientes, ella era conocida por la Llorona y vivían en el descampado que había entre las calle Celeste y Arturo Baldasano.


Antes he nombrado los locos. Es el sanatorio de La Paz que hay en López de Hoyos, ese sanatorio en su origen era un psiquiátrico y cuando se escapaba algún interno bajaba para el barrio y había que llamar para que vinieran a buscarle. Algún problema acarreo algún loco. Hoy en día es un sanatorio de reposo y de personas nerviosas. En el Cerro hicimos un equipo de fútbol y como dejábamos las camisetas, las botas, el calzón, en fin, todo el equipo en la caseta del guarda del sanatorio, le pusimos de nombre La Paz. Cuando íbamos a jugar por el camino íbamos cantando lo siguiente: El equipo de la Paz, es un equipo Español, tiene cinco delanteros, que son artilleros, jugando el balón, la media es la mas jabata, la defensa la mejor, y el portero es un muchacho, que ni por alto ni bajo le cuelan un gol.

Quisiera hacer referencia a la única fuente en todo el Cerro. Hasta después de la guerra en el Cerro no había ninguna fuente. Las gentes tenían que ir a por el agua al Ventorro (al canalillo), y a lavar la ropa. Cogían la ropa, se bajaban al canalillo, la lavaban, la tendían en unos alambres que había y se la subían ya seca. Fue después de la guerra cuando cogieron el padre de la Antonia y otros una noche y engancharon de una tubería que venia a la tahona y amaneció al otro día la fuente. En su origen fue una fuente con un gran pilón.

De la Cuesta de Queremón realmente hay poco que resaltar pues el lado que daba a Lasical eran todo barrancos, solo había una casa por la mitad de la cuesta, era una familia que tenían dos hijos, chico y chica. El iba al colegio que iba yo, a los Castellanos en la Ciudad Jardín, se llamaba Perogordo, o era el apellido, y la hermana se llamaba Isabel. Algunas veces subían por el barrio. Que bueno que leyeran esto o alguien que les conociera. En la esquina de la c/ Escabiosa con la cuesta de Queremón había un bar salón de bodas, me acuerdo porque fui a una de un familiar de la Quinta, creo recordar que se llamaba la Bomba o algo parecido, había gran cantidad de mesas.

Fotograma de la película 091 al habla (1960). Cuesta de Queremón desde Lasical.

En el lado de la izquierda si había mas viviendas, además de que estaban los alfares. Creo recordar que eran dos. Ponían los tiestos y los barreños y las cazuelas a secar al sol en la calle. Al principio de la cuesta había un taller de tornero.

Quiero recordar por que también era muy conocida por el Cerro y las Casitas una casa que había en medio de la cuesta que bajaba al Ventorro, se la llamaba la casa negra porque tenia pintado de negro la fachada. Enfrente de esta casa había una boca de una cueva que se decía que había pertenecido a Luis Candelas. Algunos chicos del barrio llegaron a entrar pero creo que no mas allá de unos metros.

El chalet de Carmen Amaya. Esta era una “bailaora” flamenca gitana muy famosa por entonces. En la calle José Silva pasado el estanco con dirección a Arturo Soria e inmediato al alfar que antes he mencionado, tenía el chalet donde venían en el verano a descansar. Como quiera que también venía con toda su trupe de gitanos, estos por la noche se bajaban donde Pepe al bar a tomar algo y les daban las tantas cantando, palmeando, y bailando. Carmen Amaya murió en 1963 y el chalet fue conservado por una pareja de guardeses que también eran muy conocidos en el barrio.


También tenia el chalet enfrente del estanco Gracia Imperio, otra artista. Este permanecido en pié hasta hace poco, ahora solo queda el solar. Se decía que ahí se había cometido un crimen.

Chalet de Gracia Imperio. Fuente Callejero Fotográfico QDQ.

Toda la manzana que comprendía lo que ahora es las calles Las Cañas, Arturo Soria, Arturo Baldasano, hasta bajar enfrente del bar Villa Carmen, era un vivero. El dueño se llamaba Luis y la casa la tenían justo detrás de lo que actualmente es la gasolinera, que entonces no existía.

En fin, creo que he referenciado un poco lo que era el Cerro, no sé si me dejare algo por reseñar. La vida cotidiana de los chicos y chicas eran los juegos de entonces, de los chicos el peón, las chapas, el gua, tu la llevas, el burro, el aro, el carro de rodamientos, la piedra, los cromos,... subíamos a la vía a por piñas o a poner piedras y chapas en la vía del tranvía. De las chicas los bonis, los cromos, la comba, el diávolo ... nos cambiábamos tebeos, hacíamos colección de cromos y se pegaban en el álbum. Los juegos compartidos podían ser el escondite, la lima, en fin, lo mismo que cualquier otro barrio de la periferia de Madrid en esos años.

Calle Tritón hacía el 2004. Fuente QDQ.



Chavales del barrio, hacía el año 1973-1974. La foto esta hecha en el esquinazo del Terán. Ver el comentario de Pepito Cabrera para saber quienes son. Foto cedida por Miguel Angel Cabrera.



Tres fotos de las obras realizadas en el colegio en diciembre de 2011. Fotos cedidas por Blanca Galindo Acto (mil gracias).



Este artículo ha llegado al máximo de comentarios. Podeis seguir haciendo comentarios en el artículo del plano del Cerro de la Cabaña. Perdonar las molestias.
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Autor: Pedro Gómez.
Con la ayuda de: Ricardo Márquez.
En este blog también colaboran: Angel Caldito y José Manuel Seseña.

viernes, 26 de junio de 2009

Una granja en el centro de Madrid


Un día que iba sobrado de tiempo, y aprovechando que había aparcamiento delante, me atreví a tocar a la puerta.

Lo que había sido un viejo camino, luego fue una carretera y ahora una calle. Lo que seguía imperturbable a lo largo del tiempo era la vaquería.

Hacía años, más de 30, que conocía esa fachada.

La destartalada puerta del patio que daba a la calle, debía hacer muchos lustros que no se abría, pero aún conservaba el cartel de vado permanente, lo que le daba un cierto empaque de solemnidad.


Foto de: Ricardo Ricote

No había cambiado nada, excepto lo que la guadaña del tiempo había cercenado en estos años.

Aparte de la puerta del patio, el cierre de la fachada estaba en muy mal estado.

El viejo toldo, apenas unos jirones, recordaba que, en otros tiempos, las rayas amarillas y azules eran la salvaguardia de la puerta al tórrido sol.

El viejo letrero pintado encima de la puerta, negro o marrón sobre ocre, todavía nos dejaba entrever que este edificio es una granja.

Me abrió la puerta un chico joven como de unos 20 o 25 años.

- Buenas , ¿eres el dueño?

- No, los dueños son mis padres, son artistas, este es su estudio.

- Quería saber si estabais interesados en arreglar la fachada, el cierre, el toldo y el rotulo: todo esto forma parte de mi especialidad. Dado que tengo muchísimo interés en este edificio, os haría un precio inmejorable.

A partir de ahí, estuvimos charlando en la acera. El edificio, sabía yo que era protegido y, por cualquier cosa que se hiciera, había que contar con el ayuntamiento.

El edificio se construyó en 1910, y fue uno de los primeros que tuvo armazón de hierro. En realidad, son dos edificios separados por un pequeño patio de vecindad.

Para ver una animación de la zona de los años cuarenta a la actualizad, pulse aquí.
La casa rural y la vaquería.

Cuando se hizo la vaquería, la fachada de la casa daba al Camino de Hortaleza, Chamartín y Canillas, y el lateral de la casa y la vaquería a un canalillo del Lozoya.

Al otro lado del canalillo, estaban las huertas y las praderas del Abroñigal, y pasando éste por un puentecillo, había un Ventorro, refugio de maleantes según decían, una fabrica de ladrillos y muchas cuevas excavadas, algunas habitadas como aquellas que Pío nos describía.

Había también otras vaquerías y merenderos, y una maquina para subir el agua a unas casas que estaban construyendo en el Camino de la Cuerda.

Un barrio de apenas cinco calles, y en lo alto de un cerro, una iglesia muy grande que dicen hizo levantar una señora muy rica.

Muchos años atrás, empezaron a poner industrias, hicieron colonias de casas baratas en las inmediaciones, y una fabrica muy alta, muy alta, que tenia en la azotea un letrero que ponía Enkalon …

Sigo encandilado, deambulando por la granja.

- La pared frontal, según se sale de la vivienda, es la pared de la vaquería, porque esta granja es una vaquería.

Una escalera nos lleva hasta el sobrado.

El chico me dice que suba a lo alto de la escalera, porque desde allí se ve muy bonito el patio, y por encima del tejado … Madrid. Que no abra la puerta del sobrado porque está muy peligroso, y le hago caso.

El corral por donde deambulaban las vacas, es por donde se penetra desde la desvencijada puerta del paso de carruajes y es aledaño al patio de la casa.

El suelo del patio es de adoquines de granito. El corral está lleno de hierbajos, todo está verde; el joven me confirma que es una buena tierra porque ha plantado cosas en ella. Todo es muy bucólico.

Hay algunos árboles frutales, lavanda y salvia que huelen bien.

Una enorme planta de adelfa que tiene flores muy raras, amarillas, cosa que me choca. Me dice que no corte ninguna flor porque es una planta venenosa.

- En el patio de mi casa, teníamos una que se convirtió en árbol, pero sus flores eran fucsias, le comenté.

Junto a la puerta de hierro, veo un zócalo de ladrillo, hay muchos ladrillos y tejas, en el suelo. Le informo a mi amigo que aquello debió de ser una caseta para guardar algún carro.

- ¿Como lo sabes? me pregunta intrigado.

- ¿Ves este tronco de cono de granito, al lado del zócalo de ladrillos? Se suelen poner en las puertas para que la rueda del carro no arañe las esquinas.

- Es verdad, tienes razón, llevo toda mi vida aquí y no lo había pensado nunca.

En medio del corral,
oxidado y cubierto
con una persiana vieja,
enfrentado al tiempo,
con toda su hermosura,
hay un viejo dos caballos,
al que le faltan
las ruedas traseras.

Es una estampa hermosísima. Recuerdo haber visto muchas fotos como ésta del Oeste americano. Es increíble como el deterioro convierte todo en una obra de arte.

La Vaquería es enorme…

Si el ayuntamiento tuviera sensibilidad, esta maravilla sería suya; pondría una granja escuela, con sus vacas y todo, con sus ordeños, sus cuajadas, sus quesos … los niños.

Foto de: Ricardo Ricote

Ellos sacarían agua del pozo, aprenderían lo que es una garrucha… y su sonido, a coger un cubo de zinc u hojalata, algo que no sea de plástico, a montar en un carro.

A saltar a la comba, a carreras de sacos, al pañuelo,

a tirar de la soga,

a conocer el estiércol y las hojas muertas esperando dar vida… las lombrices de tierra, los gallipatos, las ranas y los marrajos, las tencas y peces de colores de una charca, las culebras de agua, tan inofensivas,

a tocar y perseguir las gallinas y los patos,

a ver los nidos de los mirlos en los setos, oír el arrullar de las palomas en el tejado…

Se crearían un montón de puestos de trabajo, los jóvenes podrían formar una cooperativa agrícola, con su comedor, sus meriendas, donde los niños aprenderían que existe algo más que bollería, macedonias de frutas.

Y todos los días irían niñas y niños de los coles, a ver una vaquería…en el centro de Madrid…

Autor: Jacinto Arancetano Quiñones, del Foro viejo del Madrid.

En este blog también colaboran: Angel Caldito, José Manuel Seseña y Ricardo Márquez.