miércoles, 25 de julio de 2012

Entidades Financieras en Madrid


Banco de España con la ampliación del edificio en la esquina Alcalá con Marqués de Cubas inaugurada en 2006. Foto Luis García en Wikipedia

Cuando publicamos hace tres años los artículos de Bancos de Antaño,  considerábamos que el tema quedaba terminado, pero en este tiempo “ha llovido mucho” y en la mayor parte de las veces, siguiendo con el símil, no han caído buenas noticias sobre el mundo de las finanzas. Problemas de bancos ha habido anteriormente y por citar algunos, mencionamos el Crédito de la Unión Minera de 1925 y la expropiación de Rumasa en 1983 sin entrar en ninguna consideración de los motivos y circunstancias.

El palacio de Lorite en la esquina Alcalá con Marqués de Cubas, antigua oficina principal de Madrid de un banco con sede central en otra comunidad que en la actualidad está en proceso de absorción. A la izquierda el luminoso del Banco Central

Todos los días salen informaciones sobre las entidades bancarias de que hay que capitalizarlas para aumentar la solvencia, fusiones, absorciones, aumento de la morosidad, desahucios, creación de banco malo, capitalización, etc. etc. La crisis económica es indudable que ha hecho mella en muchas de ellas, pero los problemas de solvencia no son solo achacables a ella, sino que intervienen también errores graves de cálculo al “poner todos los huevos en la misma cesta”, es decir, forzar inversiones en lo que se ha denominado “el ladrillo”. Y si además unimos que algunos gestores no han actuado de acuerdo con el código de buenas prácticas, por decirlo de forma suave, ha dado origen a una imagen pública de este colectivo de entidades ante los ciudadanos de a pie que nosotros no vamos a calificar, pero las hemerotecas están ahí donde se puede leer la opinión generalizada de los españoles sobre ellas, pues están recibiendo ayudas en millones de euros que traducidas a las antiguas pesetas dan cifras de vértigo, mientras por otro lado crece inexorablemente el número de desahucios, haciendo perder lo mas sagrado de la propiedad material de las personas que es la vivienda.

A la izquierda el edificio del Banco Urquijo, Alcalá 47, y a la derecha el del Banco Español del Río de la Plata, Alcalá 49, haciendo ambos esquina a Barquillo. Foto Memoria de Madrid

El objetivo del presente tema, que se puede considerar la tercera parte de los dos anteriores, es hacer una pincelada de las entidades bancarias y sus oficinas existentes en Madrid, remontándonos a cincuenta años nada mas. No se trata, por tanto, de realizar una historia legislativa sobre el sistema financiero, muy abundante, por otro lado, pues el control sobre él difiere según el régimen político.

A comienzos de la década de los sesenta del siglo pasado la clasificación de las entidades financieras era simplista Bancos y Cajas de Ahorro, aunque también existían las Cajas Rurales de ámbito muy local, representando en su conjunto un escaso porcentaje en el volumen total de la actividad financiera española.

Las Cajas de Ahorro tenían su zona de influencia limitada a su provincia, salvo alguna excepción en que también estaba implantada en las limítrofes. En Madrid, por tanto, existía únicamente la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, ahora operando bajo otro nombre, y una representación de las demás a través de la oficina de la Confederación Española de Cajas de Ahorros.

Los bancos, en cambio, se encontraban extendidos por toda España y aunque su expansión era muy restringida estaba supeditada siempre a la autorización de las autoridades monetarias (1). Los mas importantes eran los conocidos como “los siete grandes”: Banco de Bilbao, Banco Central, Banco Español de Crédito, Banco Hispano Americano, Banco Popular, Banco Santander y Banco de Vizcaya. Los presidentes de estas entidades se reunían, periódicamente y con gran frecuencia, en “almuerzos de trabajo” donde tomaban decisiones conjuntas “pactos de caballeros” que hoy serían vistas como oligopolio pero que en ese momento la prensa las destacaba como muestra de la “armonía” existente entre ellas.

Además de “los siete grandes” había otros de menor tamaño y otros tan pequeños que contaban solamente con una o dos sucursales cuya sede principal estaba en poblaciones rurales de escasa población, hecho que hoy lo vemos como anecdótico. A ello hay que añadir el aspecto societario pues tenían fórmulas jurídicas diferentes a la de Sociedad Anónima, como eran las de personas físicas, sociedad en comandita, sociedad regular colectiva y sociedad limitada.

Los grandes bancos no contaban muchos de ellos con sucursales en todas las capitales de provincias y grandes plazas, y la única forma de poderse establecer en ellas era a base de compras de bancos pequeños con lo que desaparecieron muchos de ellos (2) o incluso, mediante el intercambio de oficinas entre ellos, pero siempre con el visto bueno del Banco de España.

A la izquierda el Banco de Vizcaya, ocupando el lugar del desaparecido Teatro Apolo, hoy convertido en una oficina mas del Ayuntamiento de Madrid; a continuación el Banco Urquijo; y después el Banco Central, absorbente del Banco Español del Río de la Plata, edificio que hoy es el Instituto Cervantes. Foto Memoria de Madrid

En 1962 se promulga una Ley de Ordenación Bancaria, y, lo mas importante desde el punto de vista que estamos comentando, es la obligatoriedad de especialización de los bancos en comerciales e industriales. Aparecen nuevos bancos que llevan en el título una de las dos palabras, teniendo la mayoría oficina o sede en Madrid (3).

El desarrollo posterior de la Ley permite en los años siguientes comenzar el paulatino proceso de apertura de oficinas en base a unos parámetros que se denominan “capacidad de expansión”. Los que no están en Madrid aprovechan para establecerse, y los que ya lo están abren nuevas en zonas céntricas evitando los extrarradios pues, craso error, los consideran poco atractivos. A finales de la década de los setenta la libertad de oficinas para los bancos es total, mientras que para las cajas de ahorro llega a mediados de la década siguiente.

Este periodo es de gran incremento de plantillas, floreciendo diversas academias especializadas en preparar a los alumnos para las oposiciones que se suceden año tras año, lo cual no quiere decir que fuera fácil entrar en banca pues la relación entre el número de opositores por plaza ofertada era elevadísimo, cada vez mayor. Con el tiempo, cuando las entidades dejaron de necesitar personal de nuevo ingreso de forma masiva, alguna de las academias tuvieron que cerrar a pesar de estar acreditadísimas por el gran porcentaje de aprobados.

Banco Mercantil e Industrial, Alcalá 31

En 1975 tiene lugar la absorción de Caja Ibérica de Crédito Cooperativo por parte del Banco Central. Dejando a un lado cuestiones de ámbito legal como es una sociedad anónima y una cooperativa, lo significativo es que la mayor parte de las oficinas las tiene situadas en los extrarradios madrileños y generan un importante volumen de negocio. Empieza entonces una carrera desenfrenada entre las diversas entidades para establecerse en las zonas que antes no merecían su interés al darse cuenta que han llevado una política expansionista no acertada del todo, llegando a abrir en lugares con escasas perspectivas pero lo importante era tener muchas y muchas oficinas ..., mas que el competidor.

La llegada a Madrid de casi todas las cajas de ahorro, con posterior incremento de su número de oficinas, junto con lo ya comentado de los bancos, da lugar a que en la  prensa aparezcan numerosos anuncios ofertando locales en alquiler para las entidades financieras, indicando el número de metros cuadrados, detalle de las calles a las que hace esquina. Hay propietarios que invierten su dinero en la compra pensando en tener una renta segura de por vida.

Hotel Roma antes de transformarse en la sede central de Banco Ibérico, actualmente una oficina mas de la Comunidad de Madrid. Foto Memoria de Madrid

La banca extranjera, empieza a establecerse a finales de los setenta (4). Muchas entidades llegan y enseguida cierran pues les es difícil hacerse un hueco en el sistema; otras en cambio la única forma que tienen de continuar en España es comprando bancos españoles a los que les cambia el nombre poniendo el suyo en la mayoría de las veces.

A finales de los ochenta, la banca grande empieza a dar pasos para serlo aún mas mediante fusiones, aunque algunas no dieron resultado y no vamos a entrar en motivos: 1987 Bilbao-Banesto, 1988 Bilbao-Vizcaya, 1988 Central-Banesto, 1991 Central-Hispano, 1999 Santander-Central Hispano.

La enorme duplicidad de oficinas de los bancos fusionados, algunas incluso pared por pared, hace que se empiecen a cerrar. Se aprovecha la situación para establecer criterios racionales de rentabilidad, hasta entonces no tenidos en cuenta, suprimiéndose también las situadas en emplazamientos erráticos o, incluso, las que dando beneficios no llegan a la cifra esperada.

Algunos de los locales vacíos, no todos, son aprovechados por la expansión de las cajas de ahorros de otras provincias para aumentar su red en Madrid. Los propietarios empiezan a ver que se acaba la gallina de los huevos de oro, ya que el conjunto de oficinas bancarias disminuye y además ya no se precisan tantos metros cuadrados porque la informática reduce considerablemente el número de empleados con sus respectivas mesas por el incremento del número de las operaciones de autoservicio que se realizan en el exterior de la oficina, bien a través de los cajeros o bien por internet, a lo que hay que añadir que ahora la necesidad del espacio para archivo es mucho menor por la digitalización.

El edificio blanco corresponde al Banco Coca, construido sobre el antiguo Teatro Fontalba. Actualmente es un edificio comercial con la fachada reformada. Foto Memoria de Madrid

En 2008 comienza la inexorable disminución de oficinas de las cajas de ahorro, que hasta entonces habían tenido un crecimiento continuado en su número, siendo la causa la crisis de algunas entidades y sus múltiples fusiones.

Al igual que son muchos los locales de todo tipo de negocio que llevan mucho tiempo con los carteles de “se vende” o “se alquila”, también los hay que en su día fueron entidades financieras pues conservan restos en su fachada de lo que fue el cajero automático.

Para terminar, un informe publicado recientemente en la prensa indicaba que en 2007, año de mas oficinas bancarias, existían mas de 46.000 en España y que para 2014 debe de estar su número comprendido entre la horquilla de 25.000-30.000, pues somos el país como mayor número por habitante, lo que no se corresponde con nuestro potencial económico. Posiblemente, los últimos acontecimientos que estamos viviendo con respecto al mundo financiero hagan demasiado optimistas las previsiones de 2014 y el número de oficinas sea bastante menor, lo que siempre lleva aparejado una sensible disminución del número de personas que trabajan en las entidades financieras.

Banco Atlántico, Gran Vía 48, edificio construido en el lugar que ocupaba el antiguo Cine Actualidades, espacio que por segunda vez se ha convertido en solar. Foto Memoria de Madrid. 

Epílogo
La concentración de bancos y cajas de ahorros, con sus correspondientes cambios de nombre y deslocalización, han hecho que se pierdan sus señas de identidad y como consecuencia, el vínculo afectivo intangible de los clientes con sus entidades financieras ha desaparecido. Ahora dicen “Voy al banco” y antaño decían “Voy a mi banco”; situación que se puede también extrapolar a las cajas de ahorro.

Finalizamos sin pretender ser exhaustivos, con una relación de entidades de origen español que hubo en Madrid en el periodo comentado (5). Algunas tenían la sede central en la capital y otras solamente oficinas.

Banco Hispano de la Edificación, Gran Vía 60

Banca Catalana
Banca López Quesada
Banco Alfaro
Banco de Andalucía
Banco de Aragón
Banco Atlántico
Banco de Barcelona
Banco de Bilbao
Banco de Cantabria
Banco Cantábrico
Banco Castellano
Banco Catalán de Desarrollo
Banco Central
Banco Central Hispano
Banco Coca
Banco Comercial para América
Banco Comercial de Cataluña
Banco Comercial Occidental
Banco Comercial Transatlántico
Banco del Comercio
Banco Continental
Banco de La Coruña
Banco de Crédito Comercial
Banco de Crédito e Inversiones
Banco del Desarrollo Económico Español
Banco de Descuento
Banco de Expansión Industrial
Banco de Europa
Banco Europeo de Negocios
Banco de Financiación Industrial
Banco de Finanzas
Banco de Fomento
Banco General del Comercio y la Industria
Banco de Granada
Banco de Gredos
Banco Herrero
Banco Hispano Americano
Banco Hispano Industrial
Banco Hispano Suizo
Banco de Huesca
Banco Ibérico
Banco Industrial Fierro
Banco Industrial de León
Banco Industrial de los Pirineos
Banco Industrial del Sur
Banco Intercontinental Español
Banco Internacional de Comercio

A la izquierda, parcialmente, el Palacio de Villahermosa antes de convertirse en sede de la Banca López Quesada, actualmente Museo Thyssen, Paseo del Prado 8; el edificio blanco el Banco de Crédito Local, Paseo del Prado; y mas allá el Banco de España. Foto Memoria de Madrid

Banco Latino
Banco de Levante
Banco Mercantil e Industrial
Banco Natwest
Banco de Navarra
Banco del Noroeste
Banco del Norte
Banco Occidental
Banco del País
Banco Peninsular
Banco Popular Industrial
Banco de Préstamo y Ahorro
Banco de la Propiedad y Comercio
Banco Riva y García
Banco Rural y Mediterráneo
Banco Unión
Banco Urquijo
Banco de Valladolid
Banco de Vizcaya
Banco Zaragozano
Caja Ibérica de Crédito y Ahorro
Caja Postal de Ahorros
Caja Rural Provincial de Madrid
Central del Ahorro Popular
Crédito Navarro
Nuevo Banco
Unión Industrial Bancaria

Sede central del Banco Exterior de España, inmueble que ahora es uno mas de los edificios de la zona dependientes del Congreso de los Diputados.

P.D. 
Expresamente se han puesto fotos solo de inmuebles que antaño fueron oficinas bancarias y que en el momento presente ya no lo son. Asimismo, de igual manera, se omite cualquier referencia a las entidades actuales.
Como excepción en base a sus edificios se citan en fotografías a dos entidades que son anteriores al periodo de los últimos 50/60 años que trata el tema. Son:
-Banco Español del Río de la Plata, absorbido por Banco Central en 1931, y
-Banco Hispano de Edificación, con inmueble en Gran Vía 60 (6).

Agradecimientos
Al Banco de España, por la información facilitada sobre una consulta de una determinada entidad, y además muy rápida.

Plaza de Santa Ana. Al fondo a la derecha el Banco Riva y García, con sede en Barcelona, y en el lateral derecho el primer edificio corresponde al Banco Castellano, con sede en Valladolid.
-.-.-

Autor: José Manuel Seseña

En el blog Historias Matritenses colabora Ricardo Márquez.

Notas:
(1) Se podrían citar numerosos ejemplos de las dificultades para aumentar el número de oficinas, pero citaremos dos, ambas referidas al desaparecido Banco Central.
En la calle Capitán Salazar Martínez tenía una urbana que atendía a las actividades comerciales del contiguo Mercado de Pescados y fue cerrada, trasladando el negocio a la que tenía en La Latina, para poder abrir otra en su sustitución en la zona con gran proyección de futuro de la Avenida del Generalísimo, hoy Paseo de la Castellana.
En Gijón durante muchos años tuvo un local comprado con el anuncio “Local adquirido para las nuevas oficinas del Banco Central”.
(2) El presidente de un conocido banco, muy activo en absorciones, tras varios intentos anteriores para hacerse con una entidad regional, considerados en la época poco ortodoxos, aunque hoy no lo serían, respondió a uno de sus accionistas en la junta de general donde se aprobó la integración a primeros de los años setenta “Estamos queriendo entrar en el Mercado Común y ahora vamos a empezar con luchas entre ....... y Castilla”. Por razones obvias omitimos el nombre del Banco y de la región que se quedaba sin “su banco”.
(3) Los siete grandes también crean sus bancos industriales para no perder esta parte del negocio bancario.
(4) Se exceptúan las entidades autorizadas desde muchos años antes.
(5) Algunas entidades existen con otra denominación. En otras se mencionan varios de sus diversos nombres antiguos.
(6) La Ley de Ordenación Bancaria de 31-12-1946, establecía la solicitud de autorización para el ejercicio de la actividad bancaria de determinadas personas o entidades. La Dirección General de Banca y Bolsa se la denegó el 12-12-1947.

miércoles, 18 de julio de 2012

Adivinanza 7ª


Temporae, editorial especializada en fotografía, está preparando actualmente un gran libro sobre el fotógrafo Manuel Urech que estará listo en otoño. Fue sin duda uno de los mejores fotógrafos de nuestra ciudad que supo plasmar lo cotidiano y a los “tipos madrileños”. Estamos seguros que esta publicación pasará a formar parte de los indispensables de Madrid.

La adivinanza versa sobre la siguiente fotografía, que con seguridad estará presente en el libro. Como siempre se trata de saber donde está tomada.


Seguro que durará muy poco, por lo que solo daremos una respuesta al día como máximo para hacerlo más ameno.


Ayuda - 24 de julio de 2012

Añadimos esta otra foto de la misma serie, que fue la que nos quitó ese problemático 1% de duda que nos quedaba.


Ánimo que estáis muy cerca.


Respuesta - 26 julio 2012

Gracias a todos por vuestros comentarios.

Efectivamente se trata de la calle del Pensamiento, en el barrio de Tetuán. La foto está tomada en dirección Este y debe de ser de los años cuarenta o principios de los cincuenta, pues en 1957 ya estaban levantadas algunas torres en el paseo de la Castellana que nos hubieran impedido ver la cúpula de la Parroquia de San Jorge, anexa al complejo Residencia de Señoras de la Tercera Edad Santísima Virgen y San Celedonio, en la calle de Condes del Val.

En la siguiente composición, efectuada con Google Earth, podemos ver que la orientación de la calle del Pensamiento cuadra perfectamente con la vista de la cúpula.


Todavía hoy podemos observar las casas de la derecha con terrazas, aunque ciertamente hay que fijarse mucho.


La segunda foto también corresponde a la calle del Pensamiento, pero mirando hacia Bravo Murillo (dirección Oeste). Marcamos en ella los edificios que podemos identificar:


La casa del toldo debía de ser una tienda de Bravo Murillo. De hecho la calle del Pensamiento es de las pocas que no tiene una prolongación al otro lado de Bravo Murillo, es decir, hay un edificio y la calle de los Algodonales queda a la izquierda al atravesar Bravo Murillo. Marcado con 1 está la casa de las 7 ventanas (así la hemos llamado nosotros), y con 2 el edificio grande, que todavía existen en la calle de los Algodonales. Sobre la siguiente toma aérea de Bing hemos marcado ambos edificios en la actualidad.


Para finalizar, hemos redondeado la casa de las 7 ventanas en esta toma aérea de 1931 de Bravo Murillo en sentido norte, donde podemos ver la plaza de toros de Tetuán de las Victorias. Los edificios más altos de la acera de la derecha de la calle del Pensamiento (números pares), no nos permiten ver con detalle la nave de venta de cereales,…. todo no se puede tener.


-.-.-

Nuestro agradecimiento a Miguel Urech (MAU) y a María Jesús Montes de Temporae  por permitirnos ayudarles en algunas localizaciones, aunque lo aportado por nosotros haya sido muy poco.

Autores: José María Pérez Córdoba (Pepcor) y Ricardo Márquez.

En este blog colabora: José Manuel Seseña

miércoles, 11 de julio de 2012

Un emigrante en Alemania

Atención: Este artículo ha sido re-editado por nuestro amigo Ernesto en su blog. Recomendamos su lectura y comentarios en él.

En mi Madrid  -- tan caprichoso como siempre-- , se vuelve a repetir el problema que tuvo en 1960: el de la EMIGRACIÓN.  Y si entonces nos pasamos muchas horas ante la Oficina de Colocación  en la Calle de los Madrazo, ahora, con toda justicia, la juventud "indignada" hace sentadas larguísimas en la Puerta del Sol, manifestando de esta manera su repulsa  ante estos  avarientos  modernos: los BANCOS.

Una solución al problema sería  salir a trabajar al  extranjero -al igual que hice yo entonces-, pero sin olvidarse de sacar el billete de vuelta, no se fuera a  permanecer para siempre en tierra  alemana – como me ha ocurrido a mí. No obstante, con  el corazón continuo en mi querido Madrid.


Mi primer contacto con una fábrica
Empujado por la necesidad material y  mi juvenil inconsciencia, en septiembre de 1960 emigré a Alemania, encontrándome de la noche a la mañana inmerso en un país enormemente industrializado, organizado hasta el absurdo  y del todo extraño para un celtíbero recién salido de un hogar de Auxilio Social.

A Alemania me fui solo, sin contrato  laboral, sin saber el idioma y sin tener  un oficio, a lo que hay que añadir que el dinero que llevaba era bien escaso. Aparte de eso mi cuerpo no estaba hecho para manejar herramientas pesadas ni para acarrear seras de carbón, pongamos por caso. Bajo esas condiciones más de un emigrante se hubiera desalentado; yo no, todo lo contrario. Pleno de confianza salí de España, contento de que el sol hubiera desplegado sus galas para despedirme. Yo era joven, de corazón valiente, despreocupado y libre como el viento.  Además,  dotado de un talante optimista  y  la necesaria resistencia ante la adversidad. Pero sobre todo confiaba en mi inteligencia, en mi espíritu emprendedor y un poco también en la Providencia.

No bien hube llegado a Alemania, cuando advertí el poco garbo de que hacían gala las hembras al andar, pisando fuerte y moviéndose de manera pesada y sin gracia. No obstante, esa deficiencia la compensaban  con creces por el hecho de ser altas, rubias y bien formadas, apareciendo ante nuestros ojos de españoles retacos cual walkirias bárbaras de curvas exuberantes y prietas. Mientras que de los hombres en lo único que me fijé fue que eran altos y disciplinados.

A estos emigrantes se les ve casi elegantes, lejos de la indumentaria de pana y el calzado de albarcas. Sin embargo, continúan fieles a la maleta de cartón atada con un cordel, que por lo visto debía de ser  algo muy chic. El de la derecha –pero qué despistao- se me lleva a Alemania un capacho lleno de patatas del pueblo...; menuda afrenta para los alemanes con sus “kartoffel”.

Aquellos años de duro vagabundaje los inauguré empezando a trabajar de peón en una imprenta muy grande, en un pueblecito de Stuttgart, consistiendo mi trabajo en acoplar un eje de hierro a  unos rollos de papel pesadísimos  y a continuación ayudar a montarlos en la impresora. Mi sueldo era de 2,10 marcos brutos a la hora, que cobraba en metálico cada semana,  sin temor de que a la vista de tal soldada me dieran delirios de grandeza. Aunque allí era el último mono, pronto me gané la simpatía de los impresores, ya que de vez en cuando les cantaba canciones nazis, perdón, de falange, que ellos con ojos brillantes acompañaban cantando bajito, por ejemplo, “La Centuria Ruiz de Alda es...”, que ellos, más marciales, con la misma música cantaban: “Uns´re Fahne flattert uns voran.” (Nuestras banderas avanzan hacia el frente...”),  ya que no hacía mucho habían estado a tiros con medio mundo.

De todas formas, allí no duré mucho –como en las otras empresas que le siguieron, tampoco-. Así que a los tres meses pregunté a los colegas alemanes –ya había empezado a entenderles y ellos a mí- qué había que hacer para despedirse en la empresa. Ellos, muy cachondos, después de enseñarme la palabra clave me enviaron a Dirección, adonde me dirigí enseguida. En el despacho, el jefe se encontraba de pie, rodeado de unos cuantos colaboradores de importancia,  quienes inclinados sobre una maqueta discutían los detalles de la ampliación de la fábrica. No sé por qué, pero yo les veía gigantescos y muy bien trajeados. Cuando de pronto vieron ante ellos aquel “Gastarbeiter” (yo no lo traduzco como “trabajador invitado”, que me suena absurdo, sino como “trabajador extranjero”, que es más realista), en mono y murmurando la nueva palabra aprendida de los compañeros, “Kündigung” (despido), una vez vencida su sorpresa, me contemplaron con sorna, dudando si tenderme la mano  o darme una patada en culo para que aprendiera un respeto. Al fin, sonriendo como se sonríe al contempla a Charlley Chaplin, se decidieron por lo primero.

Cuando volví ante los aviesos colegas, les dije que el jefe había estado muy amable conmigo, encomiando por todo lo alto mi habilidad para sacar el cubo de la basura.


Es febrero de 1961, unos meses después de haber  salido de España. Estoy en la empresa Standard-Lorenz, en Zuffenhausen, Stuttgart, y se aprecia que la estoy gozando haciendo mis primeros pinitos como tornero... de mentirijillas.

(Ahora voy a hacer aquí un inciso necesario: El haberme ido a Alemania sin contrato, es decir, de “turista” y por ello asumiendo todos los riesgos, me permitía cambiar de empresa siempre que me apeteciera. No así los compatriotas que se habían acogido a la seguridad del contrato, que, si por un lado les garantizaba trabajo y derecho a habitar en una barraca, por otro lado tenían que atarse a la Empresa por cinco años).

El paso a la Standard- Lorenz, en Zuffenhausen, fue mi primer cambio de empresa y de pueblo. En esta fábrica me coloqué de ayudante de mecánico,  y un día que iba empujando un carrito lleno de virutas metálicas por una de las avenidas de la fábrica me di de manos a boca con Mayer, ex-estudiante de marina en el Hogar Ciudad Universitaria, de Auxilio Social, quien al verme se echó a reir desde su altura germánica al tiempo que me decía: “Ernesto, si te vieran los del orfe con el mono puesto...”(Orfe: palabra derivada de orfanato, que decíamos en plan de guasa los alumnos del Hogar Ciudad Universitaria). También yo solté la carcajada,  contemplado incrédulo a mi antiguo compañero,  de elegante presencia, embutido en un mono similar al mío (en Alemania era de dos piezas, pantalón y chaqueta). Se acababa de casar con una alemana preciosa y ya tenían un hijo. No nos volvimos a ver, pues él era ya un padrazo de familia  y a mí me quedaba todavía mucho por rodar.
                           
"Fräulein“ leyendo con aparente indiferencia, ante la mirada de estos chicos que llegan por primera vez del Sur. Dos culturas que chocan... y una misma intención.

De mi encuentro con el frío nórdico
Al cabo de ocho meses de taladrar, limar, prensar y barrer el taller me trasladé a Hannover, donde se decía que hablaban muy buen alemán, lo que es cierto, pero se olvidaron de decirme que allí hace un frío que pela. Así que ya estoy en el norte de Alemania, donde tuve algunas dificultades para encontrar trabajo por culpa de haberme ido sin tener los papeles necesarios (¿cuándo un vagabundo necesitó de papeles para andar por el mundo?) Pero ahora, antes de seguir,  voy a dar un pequeño salto hacia adelante , en la temporada que estuve en Wiesbaden, donde los americanos tenían su Cuartel General.

Resulta que en aquellos años de escasez todo lo que fuera americano sonaba a abundancia,  a chicle y a hamburguesa; y todo el que conseguía una ocupación en uno de aquellos centros de riqueza yanqui encontraba modo y manera de llevarse a casa, escondido subrepticiamente entre la camisa y las escuálidas costillas, una pizca de la riqueza del Tío Sam. Así que allí me planté, en el almacén de alimentos del aeropuerto americano. Sin embargo, ya el primer día y sin que me sorprendiera demasiado, tuve que dejarlo,  al comprobar que en mi intento de levantar un saco de patatas que pesaba 100 kilos no se había movido ni un milímetro.

En vista de lo cual me pasaron al hangar de los aviones yanquis, para un trabajo facilón y pagado en plan limosna. Allí, un día que se esperaba la visita de un general americano, es decir, del dios Zeus, el sargento me ordenó que barriera el patio –valiente chalao-, y yo como sabía que no me entendía le respondí que lo barriera su padre, y cogiendo mi atillo, me largué con viento fresco.

Este desván recibía la luz del día a través de una pequeña buhardilla (se adivina arriba, a la izquierda). Toda la habitación no era mucho mayor que ese rincón, sin agua ni nada de nada. Sin embargo, después de mi estancia en el „Arbeiterheim“ (hogar de trabajadores),  en compañia de otros españoles, aquí me sentía en el Paraíso, gozando de libertad absoluta y con el centro de la City a mis pies (obsérvese  mi “biblioteca” en la pared).    

Ya dije que llegué a Hannover faltándome la carta de impuestos sobre el salario (“Lohnsteuerkarte”),  y mientras me llegaba  me  dediqué a holgazanear a la orilla de un río  y a contemplar  admirado cómo la gente disfrutaba tumbándose entre las lápidas de un cementerio abandonado, aprovechando los últimos rayos de sol de un verano que se nos iba.

Como el papel que esperaba no acababa de llegar,  me vi forzado a meterme a trabajar en una fábrica de pieles de vaca –una curtiduría, según el diccionario-, en un trabajo muy duro, ya que cada piel pesaba 11 kilos y había que levantarlas durante todo el día por encima de la cabeza, hasta formar una pila. La única ventaja que tenía era que en el tranvía (¡tenían calefacción!) la gente me cedía el asiento inmediatamente, apartándose de mí porque apestaba a cadáver.


Clase de alemán a los recién llegados. El maestro, muy alemán él, explicando el laberinto de la gramática alemana: “...dativo, acusativo...” Y el del medio, con las manos cruzadas: “Dios mío, Dios mío, en qué lío me he metido...” 

Por fin llegó a mis manos ese papel de nombre tan largo con el que me presenté en la Firma Brown Bovery, empresa gigantesca que pronto se iría a pique (sin que yo tuviera la culpa, palabra). Pero de momento me dieron un pico y una pala para que me luciera cavando, haciendo unos hoyos de más de dos metros de profundidad. Metido en aquel agujero y a pesar de estar armado con tan épicas herramientas no creo que ofreciera una estampa muy heroica, ya que el maestro de obras, después de contemplar en silencio mis esfuerzos por sacar la tierra a una altura imposible, me preguntó con risa de conejo si era estudiante. Creo que le decepcioné cuando le dije que no, que sólo era un “Gastarbeiter” (trabajador extranjero),  a lo que seguramente pensaría: “hay que ver, con la cara de listo que tiene y que esté aquí, a pico y pala...” Lo bueno del caso es que en el pasaporte tuve consignado hasta los treinta años, oficio: estudiante (dispénseme esta la mía picardía, que en el fondo quizá no fuera más que el reflejo de mi añoranza por las aulas académicas). Como era de suponer, a los pocos días en un acto de rebeldía en lugar de ir al trabajo me quedé en la piltra durmiendo hasta el mediodía, no presentándome más que para despedirme, de acuerdo con la educación exquisita recibida en los colegios de postín donde me educaron.

Año 1960; llegada de un tren especial de emigrantes –en este caso italianos- a la tierra de promisión: Alemania. Y como eran jóvenes, alegres y con ganas de juerga con las “Fräulein”, pues eso, que se las llevaban de calle. El español, de siempre más formal y grave que el italiano, lo tenía más crudo. 

El maestro de obras, sin embargo, me dijo muy alterado que no me fuera, que me quedara por lo que más quisiera, tal era la falta de mano de obra en aquellos años. El hombre me dio pena, por lo que me quedé, aunque no en el hoyo, sino en el tendido eléctrico del tren, es decir, que salí de Poncio para meterme en Pilatos, ya que en mi nueva labor  tenía nada menos que escalar unas torres metálicas altísimas. Pero antes de empezar la ascensión tuve que permutar el insigne pico de cavar por un cinturón de seguridad que me permitiera fijarme a la torre una vez llegado arriba. Lo que sigue ahora no creo que contribuya lo más mínimo a incrementar mi fama de intrépido caballero, pero qué diablos, a lo hecho pecho.

Recuerdo que la primera vez que subí casi me cago de miedo. Lo intenté muy animoso,  pero cuando comprobé que me daba vértigo una vez superadas las tres cuartas partes de la escalada, me paré en seco. El compañero alemán, que por ser la primera vez  subía junto a mí para asistirme, al advertir mi flaqueza  me “animaba” llamándome cagueta, mierdero, blandengue y demás “piropos” que gracias a Dios no entendía. No obstante, yo permanecía aferrado a los helados barrotes, sin avanzar ni retroceder lo más mínimo; y si miraba al cielo, lo veía negro, ya que eran poco más de las seis de la mañana y además invierno; y si miraba hacia abajo, veía una capa de hielo de algunos centímetros de espesor, blanquecino y sucio, iluminado por la luz fantasmagórica de los focos eléctricos. Por fin me decidí a descender,  ¡oh baldón!,  sin haber alcanzado la cima, paso a paso y sin mirar a ningún sitio.  Cuando por fin pisé suelo firme, hasta el hielo bajo mis botas me pareció simpático y acogedor. Como consecuencia,  al día siguiente trabajé de ayudante de los mecánicos, los de allá arriba, alcanzándoles las herramientas necesarias  subiendo por la torre a su encuentro, pero sin exagerar, tío.

Obstinado en la idea, continuo con la mecánica
No habían pasado más que unos meses desde que trabajaba en el tendido eléctrico del ferrocarril cuando decidí cambiar de nuevo, abandonando la abigarrada cuadrilla que formaban mis compañeros. De ellos,  unos eran marineros, fuertes como osos, pero sin trabajo en el barco por ser invierno; otro, un tipo con boca de choto, venido de Australia, adonde había ido a probar fortuna y fracasado estrepitosamente, no quedándole al final ni un centavo, por lo que para pagarse el viaje de regreso a Alemania se había pasado la noche en la cama con un viejo, como nos contaba alegremente el muy degenerado; y los marineros, tan rudos y tan machos, le miraban con náusea, aunque sin abrir la boca, que es lo que hubiera hecho un español. Luego había un trapecista de circo, de constitución muy atlética y gallito de verbena; también unos cuantos individuos de cara facinerosa, sin papeles y venidos  sabe Dios de dónde. Y por último los “Gastarbeiter” –mi tribu-, procedentes de los más diversos países.


Dos felices infantes en contacto con las manos protectoras de papá (servidor). A pesar de mi abrigo de “Gastarbeiter” y mi gesto serio, fueron años felices, me dice el recuerdo. Al fondo,  las casetas de una verbena con el tíovivo y su cochecito de bomberos muy colorado  y con una campanita de oro que el niño hacía sonar con alborozo. Sin embargo, al despertar y ver que no podía ser para siempre bombero, se ha  echado a llorar...
   
A todo esto, desde hacía ya algún tiempo, había comenzado a hacer una serie de cursillos que cubrían casi todo el saber humano de entonces: Alemán, inglés, técnica de radio, encuadernación y dibujo. A las clases asistía en los ratos libres, pues había que ir al curro cada día para ganarse los garbanzos. Aparte de eso, por unas cosas u otras cambié de empresa una docena de veces, ya que lo que sobraba era trabajo, tanto era así que al que hubiera hecho una vez en su vida un agujero en una plancha metálica –a lo mejor al apoyarse inadvertidamente en la palanca de una taladradora- ya le colocaban de mecánico.

Ya dije que quería cambiar de empresa, así que dejé esa  RENFE alemana  y me fui a un taller de reparaciones de autos Volkswagen, donde desmontaba motores, cajas de cambio, ejes y ruedas. Ese VW era un coche construido muy simplemente, de ahí su éxito.

Junto a mí trabajaba un compatriota que era un bala, un pícaro de la tierra de Don Juan Tenorio, muy resabiado y conocedor de todas las tretas y trucos del hampa. La familia que le acogió como inquilino se descompuso al poco tiempo de su llegada, bajo el influjo de su veneno seductor, teniendo el padre que abandonar el hogar familiar, llevándose a tres hijos;  y el español se quedó –de huesped, claro- con la mujer y dos niñas. A mí me consideraba muy inocentón  y a lo mejor lo era.

Pocos meses después  abandoné el garaje  y  a mi  crapuloso amigo para dirigir mis pasos sucesivamente a una fábrica de aparatos de fotografiar, un taller de cerrajería y un taller donde me colocaron –hoy día no sé ni cómo- de mecánico ajustador  y del que muy pronto me echaron por haber ajustado una cuña a un eje de tal modo que, después del mazazo final  y no faltando más que 1 ctm.,  ya no había  manera  de que la cuña entrara o saliera del todo.

Pero yo sin arredrarme lo más mínimo lo intenté de nuevo con máquinas de taladrar para dentistas, de mecánico a lo fino. Veinte años después me encontré con el maestro, quien, aunque buen chico, continuaba con la misma cara de comadreja de entonces. Era un auténtico subproducto de la perdida Guerra Mundial: Obediente, diligente y sin otra aspiración en la vida que la de llegar a casa después del trabajo y ponerse a lavar el coche, con una caja de cervezas al lado.

En los seis primeros años de mi exilio estuve cambiando continuamente de ciudad y de patrona. Casi todas estas damas otoñales eran viudas de guerra con bastantes tacos de calendario en el morral de la vida y,  sin por ello ofuscarse lo más mínimo en las cuentas, con unas ganas enormes de verter su instinto maternal en esos vagabundos venidos del Sur  sin otro ornato que su juventud y una buena porción de humor estoico. Además, los pobres, habían llegado a Alemania casi desnudos, como los peces de la mar.

Como ya llevaba dos años haciendo un cursillo por correspondencia para aprender radiotécnica, no me fue dificil colocarme en la Blaupunkt ( Punto Azul), en Salzgitter. Este fue un hecho notable para empezar a mejorar. El trabajo era agradable y sin dificultades para mí, pues consistía en reparar radios de coches. Además uno estaba rodeado de hembras, en su mayoría en esa edad “superbe” en que “una observación atenta podría hacer ver en el cuerpo de la dama que las líneas tienen ya un imperceptible principio de flaccidez. Se inicia en toda la figura una ligerísima declinación”, como decía Azorín, mejor conocedor de la mujer que el famoso seductor Casanova.


Sección de programadores de la IBM en Maguncia, 1970. El barbudo sentado delante de mí es un francés de Montpellier que se afana por hacer méritos ahora que se acercaba el jefe. Ernesto está contemplando  al fotógrafo con gesto algo melancólico, mientras piensa en la dedicatoria que va a poner en la foto: ”¿Dónde quedaron mis campos, mi tomillo y mi romero...?”

Aquella fue una época placentera en la que además me casé. Al morir mi suegro, sin embargo, nos fuimos a vivir a Wiesbaden, donde vivía la suegra. Pasada una temporada en que volví a trabajar con radios, ya me atreví a picar más alto y me metí en la IBM, en Maguncia, como técnico de ordenadores. Es curioso que a veces se trabaje con tan poca presión en uno de esos consorcios capitalistas, por lo que me quedaban fuerzas de sobra para asistir, después del trabajo, a unos cursos de programador que ofrecía la empresa.

Al cabo de un año, pues, ya estaba en la sección de programadores. Eso significó haber dado el paso decisivo –"tan grande para mí y tan pequeño para la Humanidad", o algo parecido, como en cierta ocasión dijo un lunático-, que me permitía usar guardapolvo blanco. Acababa de abandonar definitivamente el proletario mono y el guardapolvo gris, más propio de empleadillos de quiero y no puedo, con lo  que le dije adiós a las fábricas y a las herramientas:

Había llegado a la cumbre. ¡Hurra, ya era un oficinista! ¡Aleluya!

Tal era la mentalidad en los años sesenta, cuando un compañero de fábrica venía y te decía: “Imagínate, he quedado con una chica,  y ¿sabes una cosa?, ¡es oficinista!”

Al final, un ministerio amable
Si bien allí estaba muy a gusto, al cabo de cinco años decidí irme a una institución oficial, a un ministerio, porque en el futuro me apacentara el Estado. Así que pertrechado con un legajo impresionante de pomposos diplomas que tan pródigamente concedía la IBM, me presenté en el Instituto Nacional de Estadística (Statistisches Bundesamt), en Wiesbaden, solicitando una plaza de programador de ordenadores, lo que me concedieron a los pocos días. En el ministerio entré con buen pie, ya que ambos, trabajo y sueldo eran excelentes y además disponía de un despacho para mí solo, de teléfono y del “Bild-Zeitung” (diario-revolver) dispuesto a ser leido antes de comenzar la tarea diaria. A veces, por la tarde, y habiéndose ido ya casi todo el mundo a casa, escribía largas cartas a los amigos o, simplemente, trabajaba intensamente en mi labor de programador, que aún después de tantos años continuaba siendo interesante. Y allí me quedé, ¡por fin!, hasta que me jubilaron prematuramente con 58 años, quedándome una buena pensión.

Día de Navidad. Padre e hija (la que en la foto de arriba, en el cochecito de niño, está sacando la lengua a la  fotógrafa), como recuerdo de tiempos felices. Al fondo, el inevitable arbol de navidad, y colgando del techo, prendidos de hilos, pequeños ramitos de flores que aquí llaman “Mobile” y que giran a la más suave brisa.

El tema  de la pensión era algo que no me interesaba en absoluto; es más, no sabía ni que existía. En una mezcla de elegante indiferencia y de fatalismo  que tan a menudo puede observarse en el español medio, marchaba yo despreocupado por la vida,  sin pensar para nada en el futuro una vez me hubieren jubilado.

Por el contrario,  hoy día con 19 años ya empiezan a hacer cálculos de lo que les va a quedar al cabo de 45 años de trabajar como negros. Bien triste, en verdad; qué asfixia estar enterado de todo. Mi actitud fue siempre ignorar el mayor número de cosas posible  –como un avestruz, quizá, o como un sabio.  Tender a la ignorancia –aunque no profesional, claro-, para así abrirme con mayor fuerza y autenticidad a media docena de verdades esenciales, ya que el resto, desgraciadamente, no es más que paja, humo y mucho aburrimiento. Del amor a la simplicidad nacieron los versos del poeta:
                                                                         
“Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan adónde llegan”.

No quiero cerrar esta crónica, en la que apenas he hablado de otra cosa que del trabajo, sin manifestar un cierto orgullo por lo alcanzado en circunstancias tan difíciles. El haber sido uno de los pocos,  de miles de extranjeros,  que consiguió una posición relativamente elevada  y más aún en un ministerio alemán.
Quizá tuve suerte, o acaso todo no fuera más que  la obra de un dios menor  que se sentía aburrido como una ostra  y que, por distraerse y sin hacerse notar, fue apartando de mi camino todos los obstáculos que encontró, transformando la angosta vereda en Camino Real.
-.-.-

Autor: Ernesto Fernández - (Wiesbaden,  Alemania), febrero de 2012

En este blog colaboran: José Manuel Seseña y Ricardo Márquez.

jueves, 5 de julio de 2012

El Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama (IX)


Los raíles de la estación del Puerto de Navacerrada muestran su falta de uso. Foto Manuel Cayola invierno 2012

No todo van a ser malas noticias sobre el Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama, pues desde el pasado 17 de junio ha vuelto la circulación de trenes al tramo Puerto de Navacerrada-Los Cotos, suspendido por obras en el túnel desde el pasado Noviembre. Insertamos este párrafo en esta entrada, mostrando en ésta y en las siguientes que se publiquen el desolador aspecto que ha presentado la línea en el invierno 2011-2012.
oOoOo

No estaría completa nuestra evocación, y también nuestra reivindicación, del Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama, sí al llegar al Puerto de Navacerrada nos detuviéramos aquí y no siguiéramos hasta Los Cotos.

Camión quitanieves en el Puerto de Navacerrada, invierno 2012. Foto Manuel Cayola

Para afrontar la prolongación Puerto de Navacerrada-Los Cotos se pensó en sustituir el vetusto pero eficiente material suizo que llevaba cuarenta años en funcionamiento, por las unidades de tren llamadas Navales.

Sesudos ingenieros y/o políticos decidieron destinar varios vehículos de este material de nueva construcción que pretendía ser un intento de unificación de las unidades de tren en las líneas de vía estrecha española electrificadas.

El “café para todos” fue un tremendo fracaso en el Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama pues no todas las líneas son iguales ni tampoco prestan los mismos servicios. En el caso de la nuestra no tenía paralelismo con ninguna de las demás donde fueron asignados, pues tiene ésta un trazado con una fuerte pendiente constante, rayana en los límites de la adherencia, que precisa de un material específico que posea frenos potentes de acuerdo a las características de la línea quedando relegada a un segundo plano la cuestión de velocidad máxima que puede llegar a ser irrelevante.

Alto del Puerto de Navacerrada, imagen de la época que estamos comentando

El viaje de pruebas con diversos directivos de Renfe, del motor 3009 con el remolque 6012, que tuve la suerte de verlo circular a su paso descendente por el cruce de la calle de la Iglesia en Cercedilla, zona del trazado comentada en la entrega IV, pudo terminar en accidente, pues al llegar al kilómetro 1 empezó a no poder frenar adquiriendo la velocidad de 60 Km/h y milagrosamente en el momento de atravesar el paso a nivel, situado muy poco después, no hubo ningún vehículo en él, y por fortuna al entrar en la estación de Cercedilla pudo revolverse el problema, deteniéndose antes de encontrarse con la topera (1). A partir de ese momento esta pareja de motor y remolque no volvió a circular mas, quedando apartada en la vía foso hasta su retirada de la línea, exceptuando únicamente la presencia del remolque en el viaje inaugural Puerto de Navacerrada-Los Cotos, arrastrado por el motor 3007 ó 3011, considerados “aptos”, pues el 3009 se consideraba poco fiable como se indicará con mayor detalle en la entrega referida al material y por eso Renfe no lo recepcionó.

Las Dos Castillas con el pico de Peñalara al fondo. Es interesante recordar como eran los autocares en los años sesenta

Aún hubo mas dificultades exclusivas del tramo Puerto de Navacerrada-Los Cotos.

En el verano de 1962 ya estaban hechas las instalaciones de vía y electrificación pero se comprobó que la subestación de Siete Picos no era capaz de suministrar la energía para la circulación del nuevo tramo. Entonces se decidió que “a prisa y corriendo” se tendiera una línea eléctrica desde Tablada hasta la subestación de Los Cotos dejando una huella perenne en la zona de pinar.

Pero la dificultad mas importante fue solventar los problemas de filtraciones del túnel de Navacerrada, pues este “caballo de batalla” impidió que, una vez resuelta la cuestión de la electrificación con la terminación de la línea eléctrica Tablada-Los Cotos, pudiera ponerse en marcha la prolongación (2). Cuestiones políticas, sin duda, decidieron que la inauguración se llevara a cabo a pesar de no estar solucionadas las filtraciones, y así el servicio en el nuevo tramo solo funcionaba los fines de semana pues las reparaciones seguían en días laborables valiéndose de cuatro vagonetas, dos basculantes y dos con plataforma superior para acceder a la bóveda, las cuales eran apartadas durante los sábados, domingos y festivos en la vía muerta, ya desaparecida, situada a continuación de la vía tercera del Puerto de Navacerrada, junto a la boca del túnel por el lado derecho.

Problemas del túnel en 1963. Fotos Colección Javier Aranguren

Otro problema añadido tenía que ver con el aspecto humano. Ningún ferroviario estaba dispuesto a ir de factor a Los Cotos, una zona aislada que dificultaba la vida familiar, y sobre todo para los que tenían hijos en edad escolar a los que necesariamente tendrían que dejar internos. Al final, esta cuestión no se dio, puesto que ningún tren hacia noche en Los Cotos como sucedía en Puerto de Navacerrada, ya que se abría la estación con el primer ascendente y se cerraba con el último descendente.

Resueltos los problemas de filtraciones del túnel tiempo después de la inauguración, se establecen servicios Cercedilla-Los Cotos también los días laborables, pero dado de que en Los Cotos apenas hay población, la mayor parte de los servicios siguen finalizando en Puerto de Navacerrada.

Vista de las Dos Castillas desde El Telégrafo

La sección Puerto de Navacerrada-Los Cotos presenta notables diferencias con la de Cercedilla-Puerto de Navacerrada. La plataforma es mas ancha; rampas mucho mas suaves, siendo la máxima del 19,80%o; el radio mínimo de las curvas es 80 metros, superior en 30 al menor del tramo antiguo, tendido eléctrico con catenaria y sustentación con el mismo tipo de columnas que utiliza la Renfe en sus electrificaciones de vía ancha. La estación de Puerto de Navacerrada fue dotada de estas instalaciones formando parte como una obra mas de las de prolongación a Los Cotos.

Vista del Puerto de Navacerrada por el que discurre en túnel el Eléctrico

El cierre del ferrocarril entre finales de 1973 y principios de 1975 fue para equiparar en la medida de lo posible el trazado antiguo Cercedilla-entrada estación Puerto de Navacerrada con el nuevo Puerto de Navacerrada-Los Cotos, y así se rectifican las alineaciones mejorándolas donde el trazado lo permite y se sustituyen el hilo de trabajo por catenaria y la sustentación mediante carriles fuera de uso por columnas tipo Renfe.
oOoOo

Boca sur del túnel durante las obras de mejora de la estructura. Foto Manuel Cayola invierno 2012

Boca del túnel lado Puerto de Navacerrada. Foto Manuel Cayola invierno 2012

Tras este preámbulo sobre el recorrido nuevo, continuamos nuestro viaje desde el Puerto de Navacerrada adentrándonos en el túnel que nos va a hacer salir de la Comunidad de Madrid, pasando aproximadamente noventa metros por debajo del puerto en su parte máxima.

El túnel visto desde la boca Puerto de Navacerrada. Foto Manuel Cayola invierno 2012
Al fondo el pequeño cambio de rasante de la vía en la salida de Dos Castillas. Foto Manuel Cayola invierno 2012

La galería tiene tres perfiles y tres alineaciones. Perfil horizontal en la boca sur comenzando enseguida la rampa ascendente constante hasta poco antes de la boca norte que empieza a descender, disposición ésta que impide que el túnel haga de improvisado canal de trasvase de las aguas de lluvia de la vertiente mas alta a la mas baja; no obstante aguas sigue habiendo procedente de las filtraciones habituales que tienen todos los túneles, en unos mas y en otros menos.

El túnel por la boca norte tiene una pequeña prolongación artificial como medida precautoria ante las nevadas, al igual que ocurre con otros muchos situados en alta montaña.


Boca norte del túnel de Navacerrada. Foto Manuel Cayola invierno 2012

Única señal altimétrica de la línea indicando subida en sentido Cercedilla, situada poco antes de la entrada al túnel por el lado Los Cotos. Foto Manuel Cayola invierno 2012

Las alineaciones del túnel son curva a la izquierda en la entrada, recta, y curva a la derecha en la salida, disposición que supone una ventaja para los maquinistas sobre la alineación recta total ya que puede producir deslumbramiento en determinadas circunstancias en base a la posición del sol.

Como no podía ser menos, el interior del túnel tiene varias muestras de la cultura urbana del grafiti.

Saliendo del túnel e inicio de tramo horizontal. Foto Manuel Cayola invierno 2012

Obras en el túnel. Foto Manuel Cayola invierno 2012

A la salida del túnel hemos entrado en la Comunidad de Castilla y León, provincia de Segovia, que ya no abandonaremos, y enseguida llegamos al apeadero de Dos Castillas, llamado El Berracón en los actos inaugurales, que cuenta con andén en el lado izquierdo con un pequeño refugio.

Por las obras del túnel solo se despeja la nieve de la vía hasta aquí. Foto Manuel Cayola invierno 2012

Su emplazamiento, al pie del mirador de las Dos Castillas, pero aproximadamente noventa metros mas abajo, es de dudosa utilidad puesto que carece de sendero de acceso para que puedan ir a él viajeros a pie. El edificio-refugio tiene un deficiente estado de conservación por actos de falta de cuidado de algunos de quienes tienen que ser los mas interesados en que se halle en buenas condiciones para cuando haya ventisca, y, por supuesto, grafiteado.

Dos Castillas sin servicio de trenes, visto desde el lado Puerto de Navacerrada. Foto Manuel Cayola invierno 2012

Un Suizo en una impresionante nevada en Dos Castillas, visto desde el lado Los Cotos. Foto Gonzalo Fanjul hijo, colección Javier Aranguren

Hacemos parada virtual en este modesto apeadero, recreándonos de las preciosas vistas que ofrece el pinar de Valsaín.

Curioso pino en el apeadero de Dos Castillas, lado Puerto de Navacerrada. Foto Manuel Cayola invierno 2012

Continuará nuestra evocación, y también reivindicación, del Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama.
-.-.-

Entregas anteriores:
El Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama (I)
El Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama (II)
El Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama (III)
El Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama (IV)
El Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama (V)
El Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama (VI)
El Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama (VII)
El Ferrocarril Eléctico de Guadarrama (VIII)

Autor: José Manuel Seseña
En este artículo ha colaborado: Ricardo Márquez


Agradecimientos:
A Javier Aranguren, experto aficionado y gran conocedor de la línea,  por la autorización para poder reproducir fotos de su colección, y también a Senén Fernández, José Luis Cortijo Martín, Ju5 (Lorena y Juan), Ezequiel Martín (www.Cercedilla.net), Fernando Borruel (www.rutasyascensiones.org), Gonzalo Fanjul hijo, Antonio Agulló, Carlos López Bustos, José Gascón, Jordi Ibáñez, Justo Arenillas, José Luis García Salazar, Antonio García Portas y Mercedes (Maquetrén), Jaime Fernández (Amical Ferroviaria), Mariano Orozco, Paco Zabala, César Mohedas, cuyas fotos están intercaladas en las diversas entregas, grandes aficionados al ferrocarril y al Eléctrico en particular, algunos de los cuales ya no están entre nosotros, y también a Manuel Cayola, que es además montañero incansable, por el extraordinario reportaje que, por falta de espacio, han quedado numerosas fotos interesantes sin poner, con nieve y sin nieve, junto con vídeos. Asimismo también a todos aquellos que nos han dado su apoyo para realizar este trabajo.
También a las páginas web www.cercedilla.es, www.panoramio.com, www.newasport.com y www.drehscheibe-foren.de


Bibliografía 
El Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama, de Javier Aranguren.
Automotores Españoles (1906-1991), de Javier Aranguren.


Notas:
(1) Hay que recordar que en este tramo están las curvas de menor radio de la línea, 50 m., la última a la derecha con contracarril, según el sentido de la marcha que llevaba el tren, por el barranco existente en el lado izquierdo.
En la actualidad no hay curvas con contracarril.
(2) Recuerdo que en un día lluvioso y de frío de finales de Septiembre de 1963 llegó en vehículo propio el ingeniero jefe de las obras con su ayudante. Al no poder hacer la función a la que había venido, estuvo haciendo tiempo en el porche de la estación y allí, sin apenas viajeros que esperaran al penúltimo tren, charlé con él diciéndome algo que ya había oído a los ferroviarios pero que me lo confirmó “No se sabe cuando se pondrá en servicio la línea hasta Los Cotos porque depende de que se resuelvan las filtraciones del túnel”.