El 23 de noviembre de 1873 fue inaugurado el teatro Apolo. Estaba situado en el número 45 de la actual calle Alcalá de Madrid, en la manzana formada por las calles Barquillo y Marqués de Valdeiglesias. Anteriormente en el lugar estaba el Convento de San Hermenegildo, que fue desamortizado en 1836.
La idea fue financiada por el banquero Gargollo, y los arquitectos fueron los franceses Chaderlot y Festau, aunque la dirección técnica corrió a cargo del arquitecto español Sureda. La decoración fue hecha por Francisco Sanz, el techo por Manuel Vallejo y los escenográfos fueron Bassato y Ferri. Mencionar que intervinieron también el pintor Fornos y el escultor Duque. Era tal el detalle que existían dos tapicerías para las butacas, una para invierno y la otra para el verano.
El foro era para 2500 personas. Se utilizó para la construcción una hermosa piedra blanca y hierro fundido, lo que evitaba en gran medida los incendios que tantos desgracias causaron en la época.
Tenía tres enormes arcos en su fachada por donde entraban y salían los carruajes, que daban a un coqueto hall donde los carruajes dejaban a buen recaudo a los espectadores.
La obra inaugural fue “Casa con dos puertas mala es de guardar” de Calderón de la Barca, y previamente el actor Manuel Catalina (que fue el primer empresario del teatro), leyó un poema de Gaspar Núñez de Arce dedicado al nuevo teatro.
Los primeros años del teatro fueron bastante ruinosos por la poca asistencia de público. Estaba demasiado apartado del centro de Madrid y era necesario utilizar el carruaje para llegar. Fueron estrenadas obras dramáticas como “El libro talonario” de Echegaray.
Arrieta, Chapí, Caballero y Marqués aportan 40.000 pesetas en 1883 para la contratación de artistas, ya que la anterior compañía decidió abandonar el Apolo. Es en este momento cuando surge el verdadero espíritu de “cuna del género chico”, es decir, cuna de la zarzuela del teatro Apolo.
Así se estrenaron en el Apolo las siguientes zarzuelas: “Cádiz”, de Chueca y Valverde (1886); “La Verbena de la Paloma”, de Tomás Bretón y Ricardo de la Vega (1894); “Agua, Azucarillos y Aguardiente”, de Chueca (1897); “La Revoltosa”, de Ruperto Chapí (1897),...... y otras obras, que aunque no fueron estrenadas en el Apolo, tuvieron gran éxito como “La Gran Vía” y “Valientes”.
Por él pasaron artistas tan relevantes (además de Ortas) como: Sinesio Delgado (director artístico), Joaquina Pino y Luisa Campos (cantantes), López Torregrosa (director de orquesta,...
En 1929 el teatro fue comprado por el Banco de Vizcaya para hacer su sede central. La última función tuvo lugar el 30 de Junio de ese mismo año. El teatro fue totalmente derribado.
Casimiro Ortas
El actor Casimiro Ortas, fue uno de los grandes actores cómicos de teatro, lírica y cine, nació el 1 de mayo de 1880 en Brozas (Cáceres).
Debutó en el Teatro Apolo, el 11 de marzo de 1914 con el sainete de Carlos Arniches y Celso Lucio, El último chulo.
Fue actor de cine en cinco películas, entre ellas Los apuros de un paleto (1916) y Problema resuelto (1923), ésta última de Atlántida Cinematográfica.
El actor Casimiro Ortas fallecería el 10 de marzo de 1947 en Barcelona, como se puede comprobar en un artículo del periódico La Vanguardia Española, siendo enterrado en el cementerio de La Almudena de Madrid.
Autor: Angel
Colaboradores: José Manuel y Ricardo.
Fuente teatro: http://es.geocities.com/mizarzuela y www.bne.es
Fuente Casimiro Ortas: Francisco Rivero, cronista oficial de Brozas, www.bne.es y www.lavanguardia.es
Menudo teatro, debe ser impresionante actuar a la vez ante tantas personas y, además, conseguir despertar carcajadas en la audiencia. Muchas gracias por hacernos conocer más de este estupendo actor y su obra.
ResponderEliminarLa verdad es que no lo conocía tan a fondo. Vivo en Madrid muy cerca del tanatorio m30 y me ha encantado leer esta entrada. Siendo de Madrid a veces nos perdemos cosas estupendas por desinformación!
ResponderEliminarUn saludo
En relación a este artículo teatral que descubro ahora y aunque supongo que es bien sabido por todos, la expresión «mucha mierda» que equivale a «mucha suerte», se le dice a los actores precisamente por los carruajes que llegaban a la puerta del teatro. Los carruajes iban tirados por caballos; a más carruajes, más caballos; a más caballos, más boñigas, y evidentemente más público, lo cual provocaba el júbilo de los actores. Es decir, «mucha mierda» equivalía a mucho público. Y así se quedó como expresión que nadie se atreve a omitir porque -según también los actores-, desear «mucha suerte» trae «mala suerte». Lo dice uno que fue actor. Saludos cordiales.
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