Investigación sobre barrios desaparecidos y actuales, de Madrid. Viejos estudios cinematográficos de Madrid. Historias con encanto del Madrid antiguo. Viejos tranvías madrileños.
viernes, 6 de marzo de 2009
El Mielero
Su vestimenta era, generalmente:
- Boina
- Chambra
- Pantalón de pana
- Alpargatas
muy adecuada para dar a entender a los clientes que “venía del pueblo”.
Sus “herramientas de trabajo” eran:
-Un recipiente en forma de tonelete donde llevaba la miel, su producto principal, llevándolo cogido mediante unas asas largas de cuero que colgaban de uno de sus hombros. La parte superior tenía una mitad fija y otra mitad móvil cuya tapa giraba alrededor de una bisagra.
-Un cacillo de mango largo, introducido en el tonel, con el que servía la miel a los clientes.
-Un saco, colgado del otro hombro, en el que llevaba otros productos, generalmente embutidos y quesos, fabricados de forma artesanal en pequeña escala por humildes ganaderos del mundo rural.
-Una pequeña romana para pesar los artículos que vendía aparte de la miel.
Era un típico vendedor ambulante que en zonas urbanas subía piso por piso llamando a las puertas y en zonas suburbanas también iba puerta por puerta pero voceando la mercancía:
-¡El mielero!
-¡Miel de La Alcarria!
-¡A la rica miel!
La miel, el mas importante artículo de venta que da nombre a su actividad, es el producto alimenticio azucarado producido por las abejas melíferas a partir del néctar de las flores o de otras exudaciones de las plantas que ellas mismas liban, transforman y combinan con sustancias propias, almacenan y dejan madurar en los panales de la colmena. Su presentación mas común es la miel líquida y en función de la planta libada puede ser de muy variados tipos: azahar, brezo, castaño, encina, eucalipto, lavanda, pino, romero, tomillo ... y de mil flores cuando la flora predominante no llega al 51%.
Respecto al origen de la miel utilizaban el reclamo de Miel de La Alcarria, comarca mielera por excelencia de la provincia de Guadalajara, pero no siempre era de ahí porque en España hay también otras zonas apícolas con gran producción y similar calidad pero sin tanto renombre. Esto nos plantea la pregunta del millón ¿todo lo que se anuncia de un sitio es de allí o de otro? ¿hay producción suficiente para lo que se anuncia como tal?. Viene a la memoria, además de la miel de La Alcarria, el jamón de Jabugo, las judías del Barco de Avila, los garbanzos de Fuentesaúco, el arroz de Calasparra, el chorizo de Cantimpalos ...
La propia naturaleza de la venta les hacía a los mieleros ser muy andariegos. Algunas veces se les veía ir en los trenes de madera de tercera clase, unas veces para vender en pueblos y otras para comprar y traer los productos a “la capital”.
Generalmente eran transeúntes en Madrid, por lo que pasaban la noche en pensiones donde los productos no los podían conservar como es debido. Este tipo de venta a granel de la miel y sin registro sanitario de embutidos y quesos carecía de medidas de higiene y constituía una gran riesgo para la salud.
En esta época siempre había algún desaprensivo que formando parte de la cadena alimentaria era puesto a disposición judicial por tener un matadero clandestino de burros, haber hecho embutidos con carne de cerdo no apta para el consumo, poner en circulación productos lácteos deficientes ocasionando su ingesta las fiebres de malta, falta de peso en el pan, huevos en mal estado, pesos trucados ... y en fechas mas recientes el asunto del aceite de colza. La hemeroteca es abundante en estos sucesos localizados en toda España, no solo en Madrid.
A pesar de que actualmente se tiene una gran información sobre la higiene alimenticia, fechas de caducidad, registro sanitario, componentes, etc. hay todavía quien “se la juega” por el precio mas barato sin mirar los demás condicionantes. En resumen “si alguien vende es porque alguien está dispuesto a comprar”.
En recuerdo de este peculiar vendedor ambulante que recorría nuestros barrios ofreciendo sus productos.
Autor José Manuel Seseña Molina.
En el blog Historias Matritenses también colaboran Ricardo Márquez y Ángel Caldito.
7 comentarios:
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Cuando yo tenía pocos años los mieleros abundaban,rara era la semana que no aparecia alguno por la Quinta de la Paloma.
ResponderEliminarMi madre y las vecinas solían comprar,sobre todo para las meriendas,sola en un buen trozo de pan estaba estupenda.!Que tiempos,demasiados años han pasado ya!Un aludo de G.M.P.
Muchas gracias Gloria por tu comentario.
ResponderEliminarEl mielero era uno de de estos tipos, dicho en el mejor sentido de la palabra, que existían en el Madrid de antaño y que el progreso y las nuevas normas sanitarias han hecho desaparecer.
Sabíamos que la miel que vendían era española pero hoy las que comercializan conocidas empresas alimenticias mayoritariamente son foráneas a pesar de que hay una gran calidad en las mieles de nuestro país (Alcarria, Hurdes, Villuercas, etc. etc.)
Un saludo
Que alguien está dispuesto a comprar, si claro, pero engañado!!! no me parece acertado intentar culpar al comprador porque siempre somos los perjudicados. Vamos que ahí has hablado como si fueras tu uno de estos timadores.
ResponderEliminarHola anónimo o anónima, porque no sé a quien dirigirme.
ResponderEliminarEn el blog Historias Matritenses respetamos todas las opiniones y una de ellas la tuya, aunque a mi entender, está sacada fuera del contexto general del artículo.
El fabricante es responsable de producir y conservar el producto en las mejores condiciones para que llegue al consumidor y éste, por su parte, debe exigir que sea así.
A pesar de los múltiples medios para conocer cómo debe ser el proceso de la cadena alimentaria desde la fabricación hasta el consumidor, vemos como hay quienes valoran el ahorro de costes por encima de su salud. Ejemplos hay muchos, pero obviamente no voy a detallarlos porque basta dar una vuelta por las calles de determinados puntos sensibles y encontrar quienes compran fuera del circuito comercial, no solamente en Madrid sino también en muchos lugares de España.
En ningún momento criminalizo al consumidor, simplemente considero que comprando “a ciegas” puede poner en riesgo la salud familiar.
Un saludo anónimo o anónima.
José Manuel
Cuando yo era niña venía todos los meses a casa de mis abuelos "el quesero". Era en el barrio de Chamberí. Llevaba boina, un blusón amplio de rayas oscuras y alpargatas. Traía una cesta grande con dos tapas: de dentro sacaba queso, envuelto en un papel blanco fino, que cortaba en cuña y pesaba en una romana. También llevaba miel.
ResponderEliminarSe llamaba Gregorio.
Hola Anónima:
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. El personaje del mielero como tantos otros de nuestra infancia son pasado, pues las disposiciones sanitarias impiden este tipo de venta domiciliaria.
Un cordial saludo.
José Manuel
Recuerdo en Vigo, años 1960/70, como aparecia el mielero por la calle gritando su producto, yo vivía en un 5º piso sin ascensor, y subía y nos la pesaba en su romana. Tomabamos una cucharada de miel en ayunas, al empezar el día, es saludable; ahora lo sigo haciendo pero de la miel que pillo.Me gusta recordarlo.
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