En los primeros años después de la guerra civil, cualquier acontecimiento político concerniente a Auxilio Social (inauguración de un nuevo hogar, visita de autoridades extranjeras, etc.), solía ser presidido por el Generalísimo Franco, y si era un acontecimiento social (comuniones, fiesta de la Patrona de Auxilio Social, etc.), quien presidía era doña Carmen Polo de Franco.
Centrándome en mi caso concreto, voy a situarme en el mes de Mayo 1945, Hogar Azul de Auxilio Social en la Ciudad Lineal, yo con siete años de edad, fui uno de los privilegiados designado para hacer la primera comunión. Por tanto, desde hacia no sé cuanto tiempo, iba arrancando mentalmente la hoja del calendario, y veía acercarse la fecha del día tan deseado, tan importante en la vida de todos los niños: el de su primera comunión. Que suerte tienes, me decían unos, y yo haciéndome el importante contestaba con un: ¡Ah!, ya te tocará a ti.
La preparación moral y religiosa para el acontecimiento, no fue nada especial, pues la religión y el catecismo, era prioritario en nuestra formación diaria. Recuerdo que la noche anterior, no pegué ojo. Al amanecer nos vistieron con las mejores galas y nos trasladaron en autobuses al hogar de Hortaleza. Hasta que empezó la ceremonia religiosa y mientras iban llegando los demás niños de distintos hogares, no dejaba de mirar abrumado a mi alrededor. Jamás había visto tanta gente, niños, profesores, guardadoras, instructores, policías, guardaespaldas, curas, monjas, etc., aunque yo tan pequeño, no era capaz de ver mas allá de mis narices. Es por tanto comprensible que después de mas de 66 años, no recuerde parte de los actos litúrgicos.
Pero lo que sí recuerdo con plena lucidez, es lo que para mí fue el momento álgido en el que durante tanto tiempo había soñado. Nos colocaron en fila flanqueados por gente a derecha e izquierda. Según avanzábamos empecé a notar que me subían las palpitaciones. Al fin, se acercaba el momento tan deseado. Y cuando dos amables señoritas, me señalaban el sitio asignado para sentarme, no se lo que ocurrió, pero trémulo de emoción ante tanto y exquisito manjar que jamás hubieran contemplado mis ojos, y emulando la rapidez del camaleón para atrapar sus presas con la lengua, cogí con mi mano izquierda un mojicón, y con gran avidez le di tal bocado, que cuando terminé de acoplarme en la silla, me di cuenta que estaba parcialmente bloqueado. Por un lado con los ojos abiertos como platos, contemplaba sin poder hacer nada el opíparo desayuno que tenia en la mesa, pero por otro con los dos carrillos inflados del gran bocado que acababa de dar, veía que me asfixiaba sin poder respirar. Eran momentos de angustia, respiraba con dificultad por la nariz, empecé a sudar, resoplaba como un búfalo. Y es que me negaba abrir la boca, no fuese que cayeran algunas migajas del bizcocho al suelo, cosa que no estaba dispuesto a consentir. Las glándulas salivares, no elaboraban saliva, por tanto era incapaz de formar el bolo alimenticio para poder tragar. En realidad hubiera sido una muerte muy dulce, pero me aferraba a la vida y principalmente al desayuno que seguía insinuándoseme encima de la mesa diciéndome: cómeme, cómeme.
Además filosofando un poco, hubiera sido tremendamente injusto que me hubiera ido para el otro barrio, pues una hora antes era un ángel y ahora me estaba convirtiendo en un diablillo, ya que acababa de cometer un gran pecado mortal: el de la gula. Pero no el de la "gula del norte" ni "la gula de Arguiñano", pues eso no existía entonces, sino me refiero al quinto de los siete pecados capitales que se llaman mortales según reza el catecismo Ripalda, que es el pecado de gula, sin articulo femenino. Me queda la duda si mi alma hubiera ido al cielo, infierno o limbo.
Volviendo a la realidad; en el limbo es donde estoy ahora, pues no he explicado como terminó el atasco. La cuestión es que intentaron auxiliarme con palmaditas en la espalda y me forzaban para que abriera la boca, pero yo terco como una mula, apretaba los labios y los dientes. Hasta que haciendo grandes esfuerzos, con movimientos rítmicos, empecé a mover la lengua contra la parte de atrás del paladar de tal manera que una pequeña porción del bizcocho, se desplazó hacia la faringe dejando un espacio libre dentro de la boca, que rápidamente era rellenado con un pequeño sorbo de agua. Fui repitiendo este proceso varias veces hasta que conseguí tragar todo, quedando aliviada mi angustia, eso si, sin desperdiciar ni una pizca del bizcocho. Me tuvieron un tiempo en observación, cuando vieron mis cuidadores que ya estaba perfectamente, y yo quise volver al comedor para seguir con el desayuno.... oooooh, que mala suerte. Había llegado la hora de volver al hogar, quedándome a dos velas.
Pero como no hay mal que por bien no venga, nadie me pudo quitar la ilusión tantas noches soñada, esperando la llegada de ese día. Y me quedó el consuelo de que por el simple hecho de haber visto y haber podido tocar el delicioso desayuno (suizos, mojicones, vaso de leche, taza de chocolate), todo en la misma mesa y a mi disposición, fue motivo suficiente para recordarlo como el día mas feliz de mi vida.
Autor: Francisco Fernández.
En este artículo han colaborado: José Manuel Seseña y Ricardo Márquez.
Hola Paco, no me extraña que le incaras el diente a ese mojicón portador de felicidades antes de tiempo (no tiene importancia; sólo fue un reflejo muscular); pero es que hay que imaginarse el cuadro que tan bien describes: Para cada niño o niña un mojicón con la correspondiente taza de chocolate; un suizo y un bollo parecido a una ensaimada acompañado todo de un vaso de leche "de la buena" (sin aguar y no en polvo, como en el Azul). Ropas limpias, otros rostros y tú, el centro del acontecer. Por las fotos veo que las guardadoras no usaban todavía el gorrito blanco, sino la toca de gasa azul marino que las transformaba en institutrices; abundancia de fachas que por una vez sonríen y -ahora viene lo más bello- niñas de alma blanca con cara de susto, que sin ellas saberlo esperaban un beso de algún niño recien comulgado como tú... Qué día, Paco, qué día tan hermoso me has pintado, de sol, de ritos olvidados y de mordiscos a los tiernos mojicones. ¡Viva la Primera Comunión en el Auxilio!
ResponderEliminarTu hermano Ernesto
Oye Paco, táchame ese "incar" tan feo que no encontrarás en ningun diccionario y substitúyelo por un "hincar", como ordena la R.A. Un saludo más. El mayor.
ResponderEliminarHola Ernesto: Sin querer ser agorero, creo que despues de esta pequeña "mancha", has perdido cualquier oportunidad de ocupar un sillón en la (R)eal (A)cademia de la Lengua Española.Y es que te lo vengo diciendo, discurres y piensas mas en alemán que en español. Pero no te preocupes, con h o sin ella, con tu estilo académico y puro, seguirá siendo un placer, leer y releer cualquier artículo o comentario tuyo.
ResponderEliminarEn cuanto a las fotos, el almidonado gorrito blanco se normalizó años mas tarde en el uniforme del personal de los hogares para poder distinguir las distintas categorías (directora, profesoras, enfermera,guardadoras etc). Creo Ernesto que a esa edad, en aquellos años de gusa,los niños de los hogares, mas que en un platónico beso, soñábamos cual "Carpanta" encontrarnos en el suelo una cascara de plátano seca por el sol (que rica nos sabían), o un mendrugo de pan duro, cosa bastante improbable pues no estaban los tiempos para tirar comida a la calle.
Un fuerte abrazo
Hola hermano, hay que ver la importancia que concedes a un error de tecleo, que hasta lo relacionas con Kant y con Goethe... Lo del hambre y los sueños, yo diría que casi siempre van de la mano, si no, sería insoportable. Un abrazo de ton frère Ernst.
ResponderEliminarHay que ver la importancia que concedes a un error de tecleado, que casi lo relacionas con Kant y con Goethe... Cuando tengas tiempo me explicas qué es eso de un estilo español o alemán o congolés. En cuanto al hambre y los sueños, yo diría que casi siempre van de la mano, si no, sería más cruel todavía. Un abrazo de ton frère
ResponderEliminarErnst
Felicidades a los dos hermanos que a pesar de haber vivido unos años tan duros conservan el sentido del humor, la gracia y sobre todo (lo que más me ha impresionado)...la sabiduría.
ResponderEliminarSeguid contándonos más historias bellas y terribles, por favor,
Irene
Era grande la falta de comida en aquellos tiempos ,pero al paso que vamos es posible que ya estemos pisando los talones a esa época en nuestra querida España.
ResponderEliminarPara las personas jóvenes podrá parecer que se exagera pero yo si puedo contar que una vez paseando por delante del colegio del Alto de los Leones ví a un niño de mi misma edad,estaba sujeto a la verja con sus dos manos y la mirada perdida fuera entre la gente que paseabamos por Ciudad Lineal,me impresionó,su tristeza y le dí un caramelo de la marca La Viuda de Solano,de aquellos que eran blánditos y llevaban piñones.
El niño me dió las gracias y comenzó a desenvolverlo para comerselo,de pronto cinco ó seis niños le cercaron,querían quitarle el caramelo y le dieron una buena paliza para quitárselo,pobre muchacho,yo desde fuera gritaba para que lo dejaran en paz,pero no me hicieron caso,núnca más se me ocurrió hacer algo parecido.
Por mi culpa le dieron una paliza a ese muchacho.
Un saludo de G.M.P.
Jo...Gloria. Esta historia tuya es lo mas parecido a una de terror...¡Estoy por robarla y hacer un guión para un corto!
ResponderEliminarNó, no lo haré ya estoy bastante alejada del mundo del cine...
Yo una vez también le dí mi bocata de chocolate a una "pobre", pero no tuvo consecuencias...
¡Que tiempos!¡Dios, que no vuelvan!Aunque las perspectivas...
Saludos
Por muy raro que parezca ahora,también podria contar las peleas que pocos años antes y justo en el mismo colegio donde se daba lo que llamaban la "sopa boba" a la hora del medio día,eso si que eran peleas por conseguir un poco de aquel caldo.
ResponderEliminarPor desgracia yo si pude presenciarlo en tres ocasiones,por no poder comprender lo que estaba ocurriendo,termine llorando y eso que yo solo pasaba por allí en compañia de mi madre,me negué
en redondo a volver por aquel sitio,aunque yo era pequeña no podía soportarlo.
Fúe una desgracia que espero no vuelva a ocurrir.
Un saludo de G.M.P.
Yo estuve en tres de estos colegios, en Paracuellos, en Barajas en el kilometro 14 de la carretera de Barcelona y en la calle Agueda Diaz esquina a General Ricardos. En Paracuellos en el año 1958, año en que murió el papa Pio 12, se murió un commpañero mio de hambre
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