En estos días de finales de Octubre y principios de Noviembre es tradicional visitar los cementerios acudiendo en romería los familiares de los deudos. Sobre las fechas hay quien prefiere hacerlo el 1 de Noviembre, día de Todos los Santos, otros lo hacen unos días antes para evitarse el grueso de las aglomeraciones y hay quienes lo hacen después, a partir del 2 de Noviembre, día de los Difuntos.
El mantener esta costumbre en este periodo tan concreto del año presenta el contrasentido de que en muchos casos no se vuelve a visitar a los difuntos hasta el siguiente año por las mismas fechas, lo cual no parece ir en consonancia con el sentimiento que debe prevalecer siempre con los que ya se fueron. Hay quienes piensan, no obstante, que “las cosas hay que hacerlas en vida y no cuando se han muerto” y nunca mas vuelven a acudir al cementerio tras el acto del entierro porque el dolor lo llevan dentro y no necesitan acudir a un camposanto para recordar a quien ya no está, siendo una percepción muy actual en lo referente a llevar luto, algo muy común antaño y ahora pasado de moda, en el que las tintorerías estaban especializadas con su publicitaria frase “lutos rápidos”.
Para dar servicio de transporte a tantos visitantes, los autobuses madrileños refuerzan las líneas que pasan por las inmediaciones de los cementerios y aquellas especiales que solo funcionan en fines de semana, amplían su funcionamiento a varios días laborales de antes y después del 1 de Noviembre. Recordemos que en Madrid, aparte de los mas conocidos por su extensión de La Almudena y Cementerio Sur-Carabanchel, existen también otros, no menos importantes, que son los del entorno del Puente de Toledo y los de los antiguos pueblos anexionados a Madrid. Aunque se dice que “al morir somos todos iguales”, no parece ser así cuando visitamos los camposantos y vemos que existen criptas, capillas, mausoleos, tumbas, nichos y finalmente una simple cruz sobre la tierra sin nada mas (1). Recopilando las inscripciones lapidarias, además de la archiconocida coletilla “no te olvidamos” hay numerosas mas, mas personalizadas, que muestran el espíritu familiar.
Asimismo, en estos días hay un gran trasiego circulatorio en las carreteras ya que muchos residentes madrileños son originarios de otras partes de España y, claro, por la cuestión ya comentada de cumplir con la costumbre, se desplazan a los pueblos para visitar la tumba de sus padres y demás familia, dándose el caso de que en algunos cementerios es tanta la afluencia que hay que esperar a que salgan algunos para poder entrar otros, sobre todo en el momento cuando se está oficiando una misa de difuntos.
Detrás del culto funerario tan imbuido en nuestra sociedad, hay numerosas actividades laborales que lo hacen posible: sepultureros, floristerías, transportes funerarios, marmolistas, seguros de decesos, construcción de ataúdes, etc., aparte de que los ayuntamientos también participan de forma importante en “la tarta económica” que se genera con ello. A todo este conjunto de procesos, hay que añadir uno que en los últimos tiempos está adquiriendo un importante aumento como es la utilización de la incineración, aunque para ello ha habido que vencer la resistencia ancestral que viene de la cultura católica cuando cita que la séptima obra de caridad corporal es la de “enterrar a los muertos”, motivo por el cual la herejía y la brujería o hechicería se castigaban con la hoguera ya que el fuego, según se decía, impedía que quien así moría nunca iría al Cielo, craso error, pues nos viene a la memoria lo acontecido con Santa Juana de Arco.
Y decimos que la incineración lleva una tendencia ascendente porque cada vez mas oímos decir “cuando me muera a mi que me quemen” y por otro lado hay que tener presente la actividad de mentalización que en este sentido están ejerciendo los ayuntamientos como forma de limitar el crecimiento de los cementerios y así evitar la adquisición de terrenos para este triste fin, inversión onerosa para las arcas municipales, y que comenzó por limitar la perpetuidad de los enterramientos a 99 años, en algunos menos tiempo, pues estadísticamente está demostrado que cuando llegue el final de este periodo ningún descendiente de quien está allí depositado tiene interés por él.
Acabada la ceremonia de incineración, las cenizas son depositadas en una urna que se entrega a las familias y el qué hacer después con ellas depende muchas veces de los deseos del finado y en otras de quienes las han recogido que puede ser depositándolas en los columbarios de los cementerios, también teniéndolas en casa para sentir espiritualmente la presencia del fallecido o los que las esparcen en los mas recónditos lugares en un acto de la mayor intimidad (2).
En el lenguaje corriente utilizamos expresiones que tienen que ver con el tema del culto funerario que estamos tratando, así decimos “parece un funeral de tercera”, “hay que tener miedo de los vivos y no de los muertos”, “pasar a mejor vida”, “estar callado como un muerto”, “silencio sepulcral”, “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”, “todos hemos de morir” y tantas otras frases mas, pero para terminar este artículo tan fúnebre vamos a poner un poco de sentido del humor utilizando ese chascarrillo de quien dice “yo sé que voy a ir seguro al Cielo porque allí los ricos necesitan criados”, dicho, por supuesto, con el mayor respeto a todas las creencias y posición social.
Autor José Manuel Seseña Molina
En el blog Historias Matritenses participa y colabora Ricardo Márquez.
Nota:
(1) En el cementerio de un determinado pueblo el arco de la entrada tiene la inscripción “Campo de la Igualdad”.
(2) Quien esto escribe conoce casos de haberlas echado al mar o a un río por su afición a la pesca, en la parcela por su cariño a la segunda vivienda, en la construcción de nuevo estadio por su forofismo con un determinado equipo, a la caldera de una locomotora de vapor por fanatismo ferroviario, en la sierra por su amor a la montaña, etc.
Hola José Manuel, que tal.
ResponderEliminarChico que quieres que te diga, un artículo un poco "yu yu" pero tan real como la vida misma, aquí no vale querer o no querer, es el fín de todos, y la única verdad que existe, ademas cuando nos toca, todos nos vamos con los bolsillos vacios, todo lo demas valadi.
Un abrazo.
Pedro.
Hola Pedro:
ResponderEliminarComo siempre, tan amable con tus comentarios. Utilizando el sentido del humor, diremos con este chascarrillo que "de esta vida no vamos a salir vivos nadie".
Un cordial saludo.
José Manuel
LO QUE ES UNA LÁSTIMA SON LOS ROBOS EN LOS CEMENTERIOS,cuando se depositan flores en las tumbas antes del día de los Santos,son robadas para luego revenderlas y sé de lo que hablo.
ResponderEliminarY no digamos de los recipientes en que se depositan,creo que robar a los muertos es la última bajeza que se pueda ejercer.
Un saludo de G.M.P.
Hola Gloria: Muchas gracias por comentar esta experiencia tuya en el blog.
ResponderEliminarEfectivamente esto es una cosa que sucede mas de lo que creemos, y que deliberadamente omití al hacer el texto pues conozco de buena tinta esta situación..
Los amantes de lo ajeno en los días previos a Los Santos, "hurtan" flores bonitas de los nichos de quienes han adelantado su presencia en los cementerios para evitarse las aglomeraciones, y luego las revenden a los familiares que van a visitar a sus deudos, suponemos que cuando éstos las compran lo hacen "de buena fe",
Un cordial saludo.
José Manuel