jueves, 20 de noviembre de 2008

Tiendas de comestibles

Las tiendas de comestibles, también llamadas con los curiosos nombres de ultramarinos o de coloniales o el mas normal de mantequerías, apenas quedan en su primitiva concepción. De las pocas que aún permanecen, muchas de ellas han sido reconvertidas en pequeños autoservicios para hacer frente a la competencia cada vez mayor de los grandes supermercados o hipermercados. Dice el refrán que “el pez gordo se come al chico” y en estos casos además se ha perdido el trato humano que daba el tendero al aconsejarnos tal o cual producto.
La estructura de estas tiendas tenía una forma muy similar en todas ellas. Un mostrador de madera o mármol corrido a lo largo de todo el establecimiento en el que había unos mecanismos muy curiosos como eran el cuchillo de bacalao que ocupaba todo su ancho y donde el dependiente con habilidad y rapidez colocaba la pieza entre el cuchillo y la base metálica cortándola a semejanza de una guillotina. Estos utensilios son conocidos como bacaladeras. Algunas tiendas ponían carteles de tela a lo largo de la fachada anunciando el origen del bacalao: Islandia, Noruega, Faroe...

Foto de la película: Manolo Guardia Urbano, año 1956.


Otro mecanismo existente en el mostrador era el molinillo de café, un artilugio redondo en el que se echaba el café en grano y salía por debajo donde el dependiente ponía una bolsa para recoger el producto.

Para mí, no obstante, lo que mas me llamó siempre la atención era el manubrio que servía para llenar las botellas de aceite que traían los clientes, puesto que la venta era mayoritariamente a granel. El aparato en cuestión estaba montado sobre un bidón que se encontraba debajo del mostrador. Según la importancia de la tienda en función de la venta, además del correspondiente al aceite de oliva había también otro de aceite de soja.

Fuente: Ventas-Ciudad Lineal en el recuerdo, de Luís Puicercús Vázquez.Ventas Ciudad Lineal en el Recuerdo.


Sobre el mostrador había varias balanzas para el peso, y en un extremo solía estar la caja registradora, enorme armatoste que hoy es pieza de museo. Cuando se trataba de pesar melones también se usaba la romana, método que se puede prestar a ciertos "enjuagues". Un familiar lejano que se dedicaba a la venta ambulante de melones, compraba por ejemplo a 3 ptas. el Kg. y lo vendía a 3 pts. el Kg. ¿Dónde estaba la ganancia? pues en el peso con la romana.

Detrás del mostrador, la pared estaba llena de cajones que abrían hasta la mitad girando por la parte inferior, cada uno dedicado a un tipo de producto separados por tamaño o calidades: arroz, garbanzos, lentejas, judías, etc. Dentro de los cajones estaban los cazillos para ir echando a la balanza y proceder a la pesada.

En la parte del publico estaban los sacos con estos productos para ir rellenando los cajones a medida que estos se vaciaban para no tener que sacarlos en ese momento del almacén. En un rincón estaba una caja redonda de madera con sardinas arenques.

¿Y qué decir de los dependientes?. Tenían una rara rapidez para sumar y una característica común, llevaban el lapicero de apuntar en una oreja sin que se les cayera.

Foto de la película: Manolo guardia urbano (año 1956).
Conocí una tienda de ultramarinos bastante grande para la época, años cincuenta, que tenía el único teléfono del barrio y era el lugar donde los vecinos acudían a poner una conferencia o a esperar una llamada, que en ambos casos podía demorarse durante horas. Además, dado el espacio disponible en la zona de público, había una señora que se encargaba de coger puntos a las medias, otra actividad desaparecida que principalmente se desarrollaba en mercerías y que hoy resulta impensable que se realizaran esfuerzos en zurcirlas.

Foto gentiliza de Mantequeria Gascón – Calle Zurbano, 65 – Madrid.

Una particularidad de las tiendas de ultramarinos que había en el entorno de la calle de Toledo y la Cava Baja era que en Noviembre ponían a la venta productos relacionados con la matanza, tales como pimentón, especies, etc. ya que muchas personas se desplazaban a Madrid para su adquisición pues carecían de ellos en sus lugares de origen y serles necesarios para poder preparar la chacina.

oOoOo

En recuerdo de las diversas tiendas de comestibles que ví de niño, personalizadas en las dos de la calle Humilladero, esquinas con Calatrava y con Mediodía Grande.


Autor: José Manuel Seseña Molina.
En este blog colaboran Ángel Caldito y Ricardo Márquez.

Nuestro agradecimiento a: Mantequería Gascón.


4 comentarios:

  1. Muy bonita la evocación. En mi modesto blog, donde hay más nostalgia que recetas, hice una breve loa a los ultramarinos:
    http://gardelfaroni.blogspot.com/2007/07/y-lo-que-vena-despus.html

    e iguanlemnte a las lecherías, bodegas y salones de billares. Si tienes tiempo y ganas, date una vuelta por ahí:

    Vaquerías y bodegas:
    La primera parte,
    http://gardelfaroni.blogspot.com/2007/10/ms-claro-agua-de-vaqueras-y-bodegasi.html

    y la segunda:

    http://gardelfaroni.blogspot.com/2008/01/ms-claro-agua-de-vaqueras-y-bodegasii.html

    Agradecería cualquier comentario, pues admiro y valoro mucho tus opiniones y documentos.

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    1. Esto no tiene precio es genial tu trabajo e buscado esto porque estoy interesada en saber algo de una tienda q había en San Justo de los Sres Reguilon.

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  2. Para Rafael, por si te resulta interesante.
    Te puedo decir que en los Reales Sitios cercanos a Madrid y en los Jardines Reales de Madrid, era frecuente que hubiera zonas de pasto aprovechadas por ganado vacuno.
    En el caso del Buen Retiro y en la casa de campo, hubo "Casas de Vacas".
    En la Casa de Campo estaba a la entrada a mano derecha, nada más cruzar el Puente del Rey y la valla. Pero podía haber más casas de vacas, en el recinto.
    La del Buen Retiro estaba frente al embarcadero del Estanque Grande. Años después el edificio fue acondicionado para sala de fiestas de verano, por una concesión municipal. Se llamaba Pavillón, y allí actuaron las grandes estrellas nacionales e internacionales de los años 50 y 60. La parte de pista descubierta se utilizaba los festivos por la mañana como pista de patinaje sobre ruedas. Allí se hacían "cadenas" y "abanicos" de hasta 20 patinadores. Era una buena distracción. Con la llegada de los nuevos gestores a los ayuntamientos se dio por finalizada la concesión y se cerró. El edificio estuvo varios años sin uso, hasta sufrir un grave deterioro. Años después con fue rehabilitado para sala de exposiciones, que es el uso actual.
    Migueli.

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  3. Gracias por tu comentario que son mis vivencias de niño, un tipo de tiendas que la evolución de los métodos comerciales ha relegado al obstracismo.
    Lamento no poder informar concretamente de esa tienda que comentas, al igual que de otras muchas de aquella época. El trabajo es, como digo anteriormente, recuerdos personales de su funcionamiento extrapolable a las demás.
    Un cordial saludo anónimo o anónima.
    José Manuel

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